domingo, 9 de diciembre de 2007

Teen Spirit


Pancho Rodríguez

Lo último me lo grabé como quien pude apretar record entre cabellos y sudor. Por que ese día el calor nos aplastaba hasta dejarnos en el suelo. Con animo para hacer lo único que se puede hacer: grabar en la memoria ese preciso momento.
Roberto quebró en una esquina y entro por el pasillo a gritar lo único que podía gritar, tal vez, lo único que debía gritar:
“Me recibí”.
Eso y sólo eso.
Hamacaba medio cuerpo en la baranda de la escalera y al pasar por detrás me dio una terrible patada en el culo, sos un puto, Rodríguez, un pecho frío, dijo, y se detuvo. El gordo que nunca en seis años pudo deslizarse por la laca hasta la planta baja del edificio, ahora, embalado por el cartón duro se me aparecía tirando pedos de testosterona.
No quería pensar lo mismo que todos esa mañana, simplemente hacia tiempo ya me había ido. Miraba el piso de la planta baja, brillante, y aspiraba fuerte hasta sentir en mis labios el olor del kerosene, que mezclado con aserrín, utilizaban para limpiar y dar brillo al mosaico rojo. Roberto, se había quedado detrás de mí y no sólo él miraba mi vaivén hacía la planta baja, sentía otros más observándome.
Mamita, ¿estás mostrando la colita?, putito.
Apoyando las espaldas en la pared de los baños se estrechaban como los jugadores brasileños en la ronda de penales del mundial 94’. Ahora eran parte de una hermandad que impondrían a sus hijos, sumando otra generación más a la rica tradición. Si es que alguien probó la tradición que para mi sabía más amarga y rancia que mortadela vencida. Y yo, también, aunque les moleste, ranciaba con ellos.
Y era sin desearlo el primero.
Fui el primero en terminar mi exposición y recibir la calificación que me embutía en una legendaria institución que había dado tantos profesionales e ilustres a la provincia. Y ellos allí ,apoyados, mirándome el culo. Los cuatros noveles bachilleres se apoyaron también en la baranda de la escalera y en fila dejaron caer escupitajos traídos desde el fondo y arrastrando toda la mierda que encontró en el camino.
-Ramoncito, negro ignorante, limpiate está- dijo Del Barco.
- Las veces que ese bola me cerro las puertas en las narices y no me dejo entrar- apoyo otro.
- Tal vez cuando vuelva, como director, lo eché. ¿Estará todavía acá?- le siguió otro.
- Quién sabe, si ese burro de carga no puede hacer más que esto- dijeron y volvieron a dejar caer unos escupitajos verdes en hilera.
- Buchón- gritaron.



De una de las escaleras bajaba Miguel. Se sentó a mi lado, en un escalón, y preguntó donde estaban los otros.
- Afuera- dije- en el café o en el kiosco están esperando a que salgan todos.
- ¿Y vos por qué estas acá, solo, a quién esperas?.
- A nadie, creo. No tengo ganas de estar con ellos, estoy cansado, me quede despierto anoche, casi ni dormí.
- Boludo, pero cambia esa cara, parecería que te bocharon.
Me reí, tal vez ya nadie podía comprender la serie de vacíos que se me acumulaban. Miguel sacó un cigarrillo y lo encendió y me extendió la caja para convidarme.
- ¿No nos cagaran a pedos?.
- Y sí eso pasara qué mierda nos interesa ya no pertenecemos más a ellos, a su dominio, y podíamos haber hecho ésto hace un año atrás, cuando dejamos de ser unos pendejos.
- Legalmente- le dije.
- ¿Sábes qué vas a hacer después?- me pregunto- Miguel.
-Creo que me voy a mi casa o los fichines.
- No, boludo, me refiero que vas a seguir estudiando, mi viejo ya me metió en derecho. Bongovani, Landi, Selva, Del Barco, Negrino, Bernel se van a inscribir hoy en derecho también, cuando la Irroga les de el certificado de finalización de curso, van a ir todos juntos a inscribirse para estar en la misma comisión. A mí me tocó la 137.
- Tal vez viaje, Miguelito, tal vez me valla a Buenos Aires. No sé si voy a seguir estudiando, ¿acaso es obligatorio estudiar?, por ahora quiero irme, quiero escribir en alguna revista de rock, hacer crónicas de recitales o reseñas de discos. ¿Y qué paso con tu idea de ser camionero?.


Una vez en clases, Miguel, dijo que quería ser camionero. Hacía dos veranos que no viajaba con sus padres a la quinta que tienen en las sierras, ni con los muchachos del colegio a Brasil. Había conocido a un camionero y esos dos veranos trabajo, a su modo de contar, como acompañante de camión. Viajaba al litoral. Iguazú y después a Ciudad del Este. Las primeras semanas de Marzo de ese ,creo, cuarto y quinto año, a la salida, nos íbamos a un billar y dejaba que hablara sobre sus viajes. Lo dejaba porque esa felicidad que le duraba tan poco brillaba sobre un opaco verano, que, como el resto de las estaciones del año, lo vivía en un monoblock. Era feliz contando aquellos días en la ruta, y mientras a la fanta que pedía en la barra le ponía guillado unos chorros de vodka, me contó por ejemplo cómo una madrugada de vuelta de Ciudad del Este se había tirado con dos paraguayas, o esa vez que Alfredo, el dueño del camión, le había dejado conducir desde El Dorado hasta Oberá.Rodríguez -me decía- empujándome con la voz para que le prestara atención, el semi se me iba de un lado para el otro, parecía una serpiente, de pedo no se me cruzo ningún animal porque a veces los monos bajan a la ruta y por ahí te los llevas puesto. Gesticulaba como si detrás de él estuviera todavía el semi del camión; como si aquel billar fuera la cabina del camión.
Esa mañana nos despedimos en la puerta. Él se fue a la búsqueda del resto de la división, yo bajé por Corrientes en dirección al monoblock. Hace poco lo encontré. Fui acompañando a mi padre a la AFJP porque le hacían unos descuentos que él no conocía y el asesor designados para tratar el caso era Miguel. No había terminado todavía la universidad. Como para distender la tensión por el reclamo de mi viejo le pregunte si había vuelto a viajar en camión. Y mirando el monitor me dijo muy ligero que nunca más había vuelto a viajar por las rutas como camionero. Le propuse que si quería lo esperaba en un bristo conocido que estaba a media cuadra de allí.
Se disculpo, tenía media hora para almorzar y debía mucho trabajo.

1 comentario:

Opadromo dijo...

me hace acordar a mis compañeritos de colegio. todos futuros gargas. algunos ya lo son. en unos años kizá nos estén gobernando. Es raro, pero esos años, no se pueden borrar. A nadie; aunque hayan sido buenos o malos, están siempre ahí. Siempre me parecieron patéticos esos pibes que recuerdan la secundaria como los mejores años de sus vidas. No son más que pobres tipos.
Bueno el cuento.