Alejandro Kozarts
Definitivamente acorralado. Sin mucho para hacer ni decir, un vacío por todas partes, como palabras amordazadas o pulmones defectuosos. Para colmo, un cansancio paralizador y los dedos enmudecidos ante un teclado que resulta extraño. Y al final del tunel, el fantasma tan temido, con sus garras alertas. Todo extraviado, especialmente los verbos.
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