viernes, 28 de diciembre de 2007

LEA, LEA, LEA !!!!



Hace unos días anunciamos en esta página el lanzamiento del blog de los poetas kamikazes salteños (poetudos.blogspot.com). A continuación transcribimos uno de los textos que bien puede ser leído como un manifiesto de este grupo de salvajes intratables que acaso vayan a renovar la lírica salteña o, por lo menos, tocarle el culo a alguna de las vacas sagradas de la poesía provincial. Para leer los poemas, visiten la página.

A sujetarse las enaguas

¿Le parece un acto sospechoso escribir poesía? ¿No es acaso una manera de la impotencia?Si, señora, escribir poesía es confesar que no se pudo palanquear el mundo. Porque el mundo seguirá funcionando a horario, y dentro del mundo otras máquinas y además cuerpos, miembros, falos, pelos de perros, algodones, anos, bocas, andarán a mil por la ciudad, que es también otra máquina de hacer cubos perfectos.Escribir poesía (y más aun en Salta) puede ser un jadeo asmático de un cuerpo que se esfuerza por respirar, por las branquias de las palabras que tienen aberturas pequeñas, como los dedos de los recién nacidos.Pero otras veces (y raras) la poesía es más jugada, y entonces es algo así como el anuncio de un cuerpo que va a darse de cabeza contra un muro y sin sombrero. Y sepa que la poesía no vive sin cuerpo. Porque primero está el cuerpo y luego viene ella desnuda y sin vergüenza de hacer el amor con Alejandra Pizarnik en un loquero, ante las miradas de los faunos vouyeristas, que entienden que no hay cosa en que poner los ojos que no sea recuerdo de la muerte.Si, primero está el cuerpo adormecido y excitado por tanta siesta transpirada, por tanto sahumerio hegemónico, tanto puente que no cruza a ningún lado, tanto adoquín respondiendo a la geometría mental del homus salteño.Por eso señora no crea que esto es joda. La siesta ha terminado.Y lamentamos (por su educación sentimental) informarle que “Platero y yo” no es más triste, ni más poético que el caballo que tira del carro de las verduras. Y que su Dalí de almanaque no es más surrealista que la bella asociación insólita que reúne, y no de manera fortuita, al señor de los condimentos en la puerta del Mc Donald.
Kamikaze.

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