viernes, 23 de noviembre de 2007

Diario de un escribidor (Día 9)



Alejandro Kozarts (como visto desde afuera)

Duermes hasta el mediodía, tranquilo, como si no le debieras nada a nadie y te levantas cuando el plato ya está sobre la mesa y saludas casi sin abrir la boca. Miras la tele y pasas de un canal a otro descubriendo que las noticias son las mismas, en todas partes las mismas, incluso en el canal salteño que de salteño tiene poco y nada. Por la tarde caminas hasta el videoclub atento a las baldosas escupidoras, huyendo de los quioscos, de la tentación de pedir un pucho, de fumar aunque sea medio. Devuelves Dead or Alive 2, que no está mal y vuelves rápido, pensando que en cualquier momento se derrumba el cielo. En casa preparas el mate y te sientas a escribir en la vieja máquina algunos observaciones sueltas sobre Sarmiento y Mansilla. Y de fondo, en la tele, escuchas un programa en canal 7 en el que está Sandra Russo y en este momento habla sobre cine y sus películas favoritas. Piensas, entonces, en Ingrid Bergman, en Casablanca, tócala de nuevo Sam, en Fellini y la Gelsomina y el Zampanó y por supuesto La Dolce Vitta y Asa Nisi Masa y por supuesto pensás en Woody y Groucho Allen y John Ford y Truffaut y Godard y Tarantino y Alex de la Iglesia y así te pasas la tarde, intentando armar un top ten pero las negociaciones son cruentas, te das cuenta que la mayoría son en blanco y negro y después empiezas a recordar escenas que no olvidas ni olvidarás. No has escrito casi nada, ni siquiera has cortado el pasto, como te habían encargado. Pero sabes que fue una buena tarde.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

las negociaciones son tan malas como la mezcla entre "sientes" o "duermes" y las lecturas de Sarmiento y Mansilla.

Opadromo dijo...

en eso le doy la razón