lunes, 26 de noviembre de 2007

Diario de un escribidor (Día 10)




Alejandro Kozarts


-escuché que lo acusan de machista, Kozarts
-Son acusaciones totalmente infundadas, por parte de señoritas que se la pasan leyendo Simone De Beauvoir cuando deberían estar lavando los platos

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Un asado realmente muy divertido en lo del Negro. Creo que solamente Fontanarrosa o Marechal podrían volcar al papel esos diálogos delirantes de los personajes que desfilaron durante el mediodía, con una música de fondo que osciló constantemente entre Eric Clapton, el Dúo Coplanacu, música andina y Nirvana, según el invitado que se acercara al equipo de música.


En un momento la charla se puso densa y me tuvo a mí en el centro de la escena. Uno de los amigos del negro, empleado de comercio que parece amar su profesión (si vieron “El crimen Ferpecto”, la peli de Alex de la Iglesia, se darán una idea; es igual al protagonista) tiene como un don para chamuyar y tratar bien a los clientes y venderles la ropa que necesitan. Bueno, él se escandalizó porque yo no soy un buen empleado de comercio. Le dije que laburaba como recepcionista en un hotel de noche (de 23 a 7) y que, salvo por el sueldo que es bajo, es el mejor trabajo que tuve, porque me permite leer, escribir (lo estoy haciendo en este momento), ver películas y tengo Internet e impresora –de esto último que no se enteren los dueños-. “Me pagan por rascarme”, dije. Escuchó esto y manifestó que por tipos como yo este país está como está y dio un largo ejemplo de lo importante que es ser profesional en el trabajo (el ejemplo: trató bien a un adolescente que quería un traje, le hizo un descuento y le regaló un par de medias, el chico se había llevado sin querer un cinto, que devolvió a la media hora, lo que probaba-según él- lo importante que es trabajar bien). Estábamos todos medio en pedo y yo pensé que era un chiste, pero no. Después el Negro saltó en mi defensa, en que el trabajo intelectual nadie lo reconoce y no sé cómo el tema derivó en el semanario en el que escribía, el suplemento cultural que se cerró a los dos meses, etc. No fue posible volver a la primera cuestión.


Sé que debería analizar más el asunto antes de escribir esto ahora (que estoy dormido y todavía no se pasa del todo el efecto del alcohol y de los puchos, pues volví a fumar), pero en todo caso más adelante replantearé el tema. El de recepcionista nocturno es el laburo más intelectual que tuve hasta el momento. He sido redactor de una agencia de noticias, productor periodístico de una radio, columnista de revistas y programas de radio y de un semanario y hasta jefe de redacción de ese semanario. Pero este trabajo, que consiste básicamente en abrir y cerrar una puerta y entregarle la llave de la habitación al pasajero, algo que hasta un mono podría hacer, es el trabajo –repito- más intelectual que he tenido. En estos dos años he leído y visto películas como nunca, algo que se potencia con Internet y he podido seguir estudiando en la universidad. Siento que me pagan por leer y escribir. Además tengo una confitería a mi disposición. Me importa un cuerno ser un mal empleado de comercio; es más, me jacto de serlo. Principalmente porque no me interesa. Me alegro por aquellos que venden zapatos y son felices haciéndolo, yo no les voy a decir que este país está como está porque no han leído Rayuela. Yo los respeto, no los entiendo, pero los respeto. Sé que no todos tenemos los mismos gustos ni intereses.


La pregunta es qué debe hacer una persona con estas aspiraciones para sobrevivir. En la Argentina la situación es complicada, pero en Salta es todavía peor. No hay un campo cultural desarrollado, no hay posibilidad para que se dé una profesionalización del escritor y del periodista. Sólo dos medios gráficos y tres radios pagan en blanco en toda la provincia. En la agencia de noticias mi mayor sueldo llegó a ser de $200 en negro. En los semanarios, pagan alrededor de $30 por página escrita (60-70 líneas en Times New Roman 12). Yo tenía estos dos laburos y sacaba, entre los dos, en el mejor de los casos, $450. ¿Cómo sobrevivir entonces? Las becas, muy pocas, son para los amigos del poder. Ganar el concurso literario del gobierno en Salta sirve de poco y nada: el premio en literatura es irrisorio, si no me equivoco consiste solamente en la impresión de 500 ejemplares de un libro. Y para colmo los libros no se venden. Los salteños no consumen libros de salteños (ojo que acá hay un problema cultural grande y parte de la responsabilidad la tienen los docentes de primera y secundaria, que no piden estos libros) así que ni soñar con ganar plata con la venta de libros. Carlos Hugo Aparicio, acaso el mejor escritor de Salta, no creo que haya vendido los 300 ejemplares de su último libro.
La situación es similar en todas las artes.


Repito la pregunta: Cómo hacer para sobrevivir entonces sin traicionarse demasiado? Sé que esta pregunta se viene haciendo desde hace siglos y supongo que cada uno ha intentado resolverla a su manera. También depende de la relación que cada uno tiene para con el arte; para muchos es algo que se hace en los ratos libres.


Pienso en dos escritores en este momento: en Roberto Arlt y en Roberto Bolaño. Arlt trabajó en un periódico, de seguro que tuvo que escribir muchas notas que le desagradaron (pasa en todo periódico: hay que llenar páginas, no queda otra) y supongo que su consuelo fue que estaba en contacto con las palabras (tuvo además las Aguas Fuertes, por supuesto). Y encontró su tiempo para escribir dos novelas de la puta madre. Bolaño, en dos largas entrevistas que se pueden ver en youtube, explica que en un momento la apuesta a la literatura fue “a matar o morir”; se juró que nunca más volvería a trabajar en algo que no tuviera que ver con su escritura. Sobrevivió enviando sus cuentos y novelas a concursos de pequeñas ciudades de España y departamentos alejados, a veces los mismos cuentos y salía segundo, tercero y con esa plata comía. Cuando a Bolaño le diagnosticaron cáncer y le dijeron que le quedaban pocos años de vida, se encerró en un departamento y le dio a las teclas como nunca.


Sólo cuando pienso en estos tipos me avergüenzo mucho de mí mismo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

La verdad es por lejos uno de los mejores trabajo que tuve, a diferencia de Kozarts, yo hacía fiestas con mis amigos: los invitaba pasada la medianoche cuando sabía que el jefe no iba a pisar el hostal, adulteraba stocks de cervezas y abusaba de la comida grátis que me enviaban de un resto al que derivaba pasajeros. Buenas noches aquellas ademas de utilizar las habitaciones vacias para coger, tanto mis amigos como yo.
Conozco al quía que bardeo al pedo, trabaja en una galería y es uno más de los vendedores que te dice que ese pantalón te calza justo: justo 200 pesos que yo no tengo para verme rídiculo.
Creo que cagar al jefe es deber de todo empleado: la lucha de clases existe.
Como sabra Kozarts estoy leyendo Error humano de Palahniuk y cito algo que con Da Silva reíamos como se dice para no angustiarnos:
"Mi licenciatura en periodismo no podía darme más de cinco dólares la hora. Otros tipos del taller tenían el mismo título y entre nosotros bromeabamos diciendo que las licenciaturas en humanidades deberían incluir cursillos de soldador para poder sacarse por lo menos los dos pavos extra que nuestro taller paga a los machacas que supieran soldar"

Anónimo dijo...

brillante como siempre! el diario de un escribidor!
saludazos!

Estrella dijo...

W. Faulkner escribió muchas de sus obras en el vestíbulo de un burdel.