viernes, 21 de marzo de 2008

Diario de un escribidor (día 49)




Alejandro Kozarts

Otra vez la universidad, por inercia y nada más. La universidad es un plan B, una red que intento tejer para los días de hambruna. ¿Pero qué se puede hacer cuando el plan B golpea los cimientos de la verdadera meta (o sea escribir mi literatura)? Con todo lo que me han dado para leer (y me refiero a textos teóricos) no hay espacio para leer literatura, mucho menos para escribirla. El solo hecho de pensar que voy a tener que pasarme el año repitiendo declinaciones de latín me pone al borde de la histeria. La única que me queda es ganarme la lotería (para lo cual tendría que empezar a jugar)
La respuesta a mi pregunta ya la sé. La cosa, ahora, es dar ese salto.

Café con Matías Salom. Charla sobre el corto que dirigió y de sus vacaciones y sus lecturas.

Avancé lentamente con el libro de Faulkner. Un deslumbramiento total.

Yo caminaba apurado y exhausto por calle Pueyrredón y un vendedor quiso ofrecerme algo y yo le dije rápidamente que no, casi sin verlo e inmediatamente se me acercó y recién entonces lo miré y entendí que algo andaba mal.
Con unos 40 años, 1,90 m. de altura, los pelos escasos y dos bolsas con inciensos en la mano, empezó a hablar. Dijo que no quería trabajar, que no trabajaba porque le gustaba, que no entendía por qué él se encontraba tan nervioso, tan frágil. Entonces las primeras lágrimas empezaron a desmoronarse de sus ojos y dijo, mientras sus manos estrujaban sin saberlo esas bolsas, que estaba cansado y que sólo quería descansar y yo, ante ese hombre que se derrumbaba ante mí, sólo atiné a decirle que descanse y le estreché la mano fuerte, como intentando decirle que no estaba solo. Pero lo está. Después, cada uno siguió su camino. Sé muy bien que nunca voy a olvidar esto.

2 comentarios:

Estrella dijo...

Dejo esta cita, a la que me llevó tu Diario de hoy:

"Viajábamos en unn coche cómodo.
Por una ruta lluviosa.
Y vimos un hombre harapiento, cuando ya caía la noche.
A nosotros nos esperaba un techo, teníamos lugar, pero pasamos de largo. Y oímos como yo decía con un tono amargo: "no, no podemos llevar a nadie".
Mucho más adelante, quizás a un día de marcha, repentinamente me asusté de esa voz mía, de aquel comportamiento mío, y de todo ese mundo".
Bertolt Brecht

AleLo dijo...

Sólo a Ud le pasan esas cosas mi amigo... pero todos estamos solos, la ilusión es la de estar acompañados, darnos cuenta de ello provoca en el ser reacciones inimaginables!
Salud
y puella bona est!