by Da Silva
Y se vino un cumpleaños más. Coincido con mi abuelo que decía que más que cumplir un año más es un año menos de vida que nos queda. Y es cierto, esto es una cuenta regresiva desde el primer segundo que salimos de ese sueño cósmico de ser ese cuerpo etéreo y decidir venir a este fuking planeta, a esta fuking vida, a nacer en un feudo, a tener la suerte de nacer. Las filosofías orientales dicen que siendo cuerpos etéreos decidimos venir al planeta a purgar culpas, a desafiarnos para crecer y hacer crecer el enorme prolegómeno energético que envuelve al macrocosmos en su totalidad y así nomás me acuerdo de mi infancia en Metan, hinchando las pelotas con mi hermano, luego sufriendo un accidente de transito que casi me fleta a los 3 años y demás supervivencias que todos vivimos siendo infantes.
Después me acuerdo de mi vida ya en etapa de primaria en Salta capital. Recuerdo esa irreverencia, esa anarquía desencajada e instintiva del infante piagetiano preconvencional que fue la etapa entre los 6 y 11 o 12 años. Eran épocas en que la vida era una liviandad absoluta. Estoy seguro que lo voy a recordar por siempre como el momento más feliz de mi vida. Era una época que en mi cabeza solo estaba el andar en bici después de venir del colegio, en jugar a que mi bici era una nave espacial, en dar vueltas a la manzana y volver a mi Dpto. al refugio de mis padres. Era una época mágica, en que cuando iba caminando al colegio buscaba en la basura de la calle algo que pudiera servir de pelota para los partido de fulbo en los recreos, porque lo importante del colegio no era aprender sino ir a jugar al fulbo con otros pequeños anarcos, compañeros de una pequeña y enorme utopía al mismo tiempo.
La adolescencia me encontró en pleno menemismo y neoliberalismo y la pavada me invadió la cabeza, como a toda mi generación. No fui distinto a nadie, cometí los mismos errores que todos, el sistema me lavó la cabeza igual que todos. Solo mi condición de irreconciliable clase media moralistoide me hacia enemistar de vez en cuando con tanto afano y desidia de esas épocas. Pero eran ráfagas, como el grupo de cumbia, el sound track original de esta parte de la película de mi vida, como la de muchos que crecimos en esa época. En los 70 el sound track era Sui Generis y Jhon Lennon, en los 80 Soda Stereo, en los 90 la cumbia de Siempre Sábado (y las escatológicas tomas de las chicas bailando en las tarimas, los sábados a la tarde, antes de ir a jugar a la pelota en Central Norte) y calculo que para los del 2000 habrá sido una mezcla entre cumbia villera y la bersuit. Esta última no sé, ya no fue mi adolescencia.
Terminé la adolescencia cuando me dí cuenta que el sistema es una mentira. Cuándo caí en eso no sé. Pero lo presentí siempre, como lo presentimos todos los que vamos a un colegio católico donde las contradicciones son evidentes debido a la impunidad con la que actúa el poder eclesiástico.
Con el pasar de la vida, sigo coincidiendo con el increíble Jacques Derrida: “Ojala alguna vez aprendiera a vivir”. Siento que no he aprendido nada y, al mismo tiempo, creo que esa es toda una ironía que enseña de lo que se trata la vida. Los orientales lo laburaron echándole la culpa al cuerpo etéreo, éste que es nada y entenderlo es volver a la metafísica de la realidad que es la que nos hace experimentar la alquimia desencajada de un tiempo desquiciado (como ilustró magistralmente Shakespeare) que nos envuelve en la risa infinita que nos aliviana nuestra existencia. Es decir: persona que siente, sufre; persona que piensa, ríe.
No aprendí nada, pero saqué algunas recetas de cotidianeidad, de razón práctica. Entre ellas: que la amistad entre hombres y mujeres existe, que los hombres somos muy estúpidos, que las mujeres son jodidas, que el amor es indescifrable, que el sexo es necesario pero irrelevante, que el orgasmo es mágico y liberador, que los libros pueden ayudar a elevarte, que la vida pasa volando, que tus viejos siempre serán distintos a vos, que podes ser necesario pero nunca imprescindible, que siempre podes salir jugando en vez de reventar la pelota, que ser inteligente sirve pero que no da derecho, que ser benevolente sirve pero que no da derecho, que el amor no se planea sino que sucede, que la astrología es la ciencia más seria, que la única forma de vivir es vivir equivocándose, que el mundo esta mal energéticamente, que la belleza de las rubias es un invento sistémico, que existe belleza en el aire, que el dinero es necesario pero puede enloquecerte, que debes cuidar tu salud emocional ante todo, que el fascismo no terminó, que Marx sigue vigente, que la derecha argentina dio, da y dará el mismo asco siempre, que el alcohol no te ayuda a levantar minas, que la mina más linda es siempre esa que te da bola, que la rutina no siempre es mala, que Racing siempre puede jugar peor, que el progresismo argentino se parece más a una burguesía arrepentida, que cuesta descubrir la humanidad inmanente, que cuando la realidad te sobrepasa lo mejor que podes hacer es sublimar o dormir, que soñar despierto es estar más ligado a la realidad que nunca, que las anécdotas del secundario son inolvidables, que los verdaderos amigos estarán siempre, que cualquier mundo puede acabar en cualquier momento, que la vida no acaba porque uno se muera, que las hormigas son más inteligentes que el hombre, que somos animales anfibios, que siempre habrá alguien que no te banque, que siempre hagas lo que hagas habrá alguien a quien no le guste, que las vibraciones existen, que no estas preparado para todo y, fundamentalmente, que uno murió el mismo día que nació.
En fin, amigos. Un año menos. No sé cuanta gente leerá esto. Pero estoy seguro que los veré a todos cuanto regresemos a la vida etérea y viajaremos a todos los otros planetas que podríamos haber ido, tomaremos mucha cerveza y nos reiremos mucho, tendremos muchos orgasmos y amaremos por demás, tanto que decidiremos bajar a algún planeta bastardo perdido en el cosmos, simplemente a escuchar a los Redondos y a Bob Marley, a reír con Capusoto, Petinato y Seinfeld, a leer a Marx, Derrida y Buda, a apoyar al Zapatismo y sobre todo a reírnos, hasta que nos duela la panza; porque reír es sintonizar energías macrocósmicas que nos equilibran con el todo. Allí nos veremos. Será hermoso. Los espero, solo no olviden traer preservativos.
2 comentarios:
Yo te leí y me gustó mucho tu enumeración de lo que has aprendido en estos 26 años, lo que no es poca cosa.
¡Feliz cumpleaños!
Lula, es verdad la liviandad con la que se vive entre los 6 y 11 años, después se viene la pesadez diaria de tratar de perder la virginidad y buscar las formas más osadas de masturbarse. Es por eso que no rendias en el fúlbo, claro si te veías esos culos de Siempre Sábado...
Publicar un comentario