domingo, 1 de junio de 2008

Diario de un escribidor (día 62)



Alejandro Kozarts

Tengo un cuento atragantado. Va saliendo de a ratos, se va, vuelve con ganas de volcarse a la hoja pero ya. Lo he empezado a escribir –algo extraño- en la parte de atrás de un libro que estaba leyendo. O sea: dentro de ese libro de cuentos está el final de mí cuento (fue lo primero que escribí). Más o menos ya tengo el comienzo, y la idea para el esqueleto del medio: ahora queda lo más difícil: darle vida.

De la fiebre salí bien, dentro de todo bien, aunque tuve un par de días en cama, tirado, leyendo poco. Lo malo es que la fiebre también va y viene y por momentos parece que me agarra de nuevo.

Ahora sí se acabó lo del semanario. El último viernes, casi enfermo en la redacción, no escribí nada, nadie había escrito nada y en la computadora nos faltaban como 5 páginas; a manera de broma las íbamos a dejar en blanco, con un pequeño aviso al medio diciendo: “Acá tenía que ir una nota de X pero el muy pajero no escribió”. Después, como por arte de magia (algo que siempre sucede) todo se acomodó. Tengo que negociar con el nuevo jefe de redacción para sostener la página cultural, algo que no sé muy bien si voy a poder hacer. Le voy a proponer una columna (que, creo, todo diario serio debe tener en estos tiempos: “Películas para piratear con el emule” y ahí recomendar lo más bizarro, lo que nunca llega las grandas salas ni a las de cine arte.

Mañana día complicado. A la mañana café con Matías Salom y una amiga que estudia cine en Tucumán, quien se va a llevar las cintas de Cinema Infernal para editarlo allá y además nos va a mostrar unos guiones para filmar un corto en julio. A las 2 de la tarde, práctico de Latín y a las 6 (y hasta las 22 hs.) análisis de oraciones en Lengua. A las 23, hotel. I’m fuck.

Tengo que intentar sentarme a pensar un proyecto a largo plazo en cuanto a escritura. Un cuento se escribe en unos días, después se deja al texto descansar (una semana creo que recomendaba Quiroga en su decálogo) y se corrige y así. Pero, hasta que surge la idea de un nuevo cuento, no hago nada (como mucho algunos ejercicios de diálogos o este diario –que no tiene el más mínimo rigor estilístico). Quiero decir: el que escribe una novela, sabe que se va a sentar a batallar con la hoja en blanco todos los días por un buen tiempo. Pero el que escribe cuentos puede estar días, semanas, meses sin escribir nada. Y esa situación, la de no escribir nada de nada, es la que me molesta (creo que fue uno de los motivos que impulsó la creación de este diario, pero las entradas también se están haciendo cada vez más esporádicas).

Otro problema: creo que me estoy bolañizando. Quizá no sea un problema.

4 comentarios:

Estrella dijo...

"Creo que me estoy boloñizando. Quizás no sea un problema": buen comienzo para una novela-río, de esas que van abriendo puertas o zigzagueando sin rumbo fijo.

Análisis de oraciones: ¡qué bueno!

Opadromo dijo...

No es un mal comienzo, es verdad. Gracias una vez más Estrella. Ahora, en algo no vamos a coincidir nunca: para mí esas clases de lengua son un suplicio!

Pd:Sí, creo que me estoy bolañizando nomás. Miro la hoja del cuento que escribo y descubro que un personaje le grita a otro: CHINGA TU MADRE. Mierda, si esto no es México y yo al grito lo escuché clarito.

A.K.

Pancho Rodríguez dijo...

jaja, es como el "coge" de un ex revolucionario conocido.

Anónimo dijo...

tu diario es cada vez más intímo y tu intimidad, entre fiebre y delirios literarios inexistentes, cada vez más aburrida...