jueves, 10 de abril de 2008

Gatos muertos

Por la mitad de la película ya había entrado en eso que llama la experiencia del espectador. Daba lo mismo que estuviera al frente de lo que fuera. Siempre que lograba entrar, quedaba atrás todo lo demás, y en él volvía la misma escena de una película inconexa.
Su madre pedaleando en un cálido Agosto por el parque Sarmiento lo lleva al mismo destino de todos los miércoles, la fonoaudióloga, y un viento punga le arrebata un gorro que le había armado con una página de La Voz.
Eso es para él la tristeza.
La que siempre vuelve, como en esta noche.
Un exabrupto del padre. Los golpes bajan a su espalda delante de un dios que pide esa prueba para saber cuanto lo ama. Siempre es lo mismo, el cine eleva la escena cotidiana para que sea de película. Una vez leyó una entrevista en la revista VIVA de no sé quien decía que después de aquello, su padre lo fajó, era un recuerdo de cariño, algo así como un hiato en su vida. Terminó allí con la lectura. Su padre era él más cruel de todos. No castigaba. Prohibía. Le quería enseñar: si le prohibía de chico aprendería a que no todo se puede tener en la vida. Ni la misma vida.

Por eso ahora se ahoga en la escena de siempre. No podía gritar ni saltar de aquella bicicleta para recuperar el gorro. El gorro sobre el asfalto en una arista; y los ojos
en diagonal son llevados por la bicicleta. El tipo del film termina en varios psiquiátricos con el mismo santo remedio: electroshock. Pero lo recurrente es que siempre la electricidad intensifica al genio. Más amperes, más brillante la obra.

Pero él ya se había desconectado de aquello. Ahora volvía a su propio film. Los pequeños dedos están a punto de caer sobre las teclas. Su pie izquierdo apoya la sordina. No quiere alterar la tranquilidad del mediodía. Mira sus manos y está por empezar una vez más. Cae un soplido sobre el aire que se lleva las partituras, es el mantel con choclos amarillos estampados.
- Dalé, pelotudo, saca las manos de la mesa que el viejo ya viene con el asado- dice su hermano.
Todo vuelve a su lugar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

muy bueno pancho, dale padelante.
La escena de la bicicleta es raelmente triste.
Por algún motivo (no tiene mucho que ver) me hace pensar en mi papá cuando dice "no me bicicleteen", se le habrá volado algún gorrito a él también? (viste, no tenía nada que ver, pero me vino al espíritu)
saludos

Estrella dijo...

No sé si esta naracción es el principio de algo, pero dan ganas de seguir leyendo.