sábado, 19 de abril de 2008

Diario de un escribidor (el regreso)




Alejandro Kozarts


¿Por qué se inicia un diario? ¿Por qué un día ese diario se paraliza? ¿Por qué hoy estas páginas vuelven a ser llenadas? La verdad que no tengo la respuesta a ninguna de estas preguntas. Quizá escribo ahora para responderlas. Quizá no.

En este momento mi relación con la literatura está tocando fondo. Casi no leo literatura (sí ensayos y textos teóricos para la universidad y me he pasado más tiempo recitando latín), de aquel que en las vacaciones devoró libros, hoy sólo hay vestigios. Desde luego, tampoco estoy escribiendo, sólo anoté en mi cuaderno la idea y fragmentos para un par de cuentos, de los que tampoco se puede esperar mucho, aunque voy a intentar escribirlos (cuando digo que no espero mucho de ellos, quiero decir que aún cuando logre escribirlos a la perfección –algo que yo no pude hacer nunca- van a ser cuentos olvidables, y creo que todos tenemos la obligación de aspirar a la perfección, de esperar de cada uno de nuestros cuentos, que sean La noche boca arriba o rosas amarillas o A la deriva o Miss Silphia o Putas Asesinas. Uno tiene que encarar su escritura con el objetivo de crear algo que sea capaz de irradiar lo mismo que uno sintió leyendo esos cuentos.)


Desde luego, esto me avergüenza muchísimo: por no estar a la altura de lo que uno aspira, por no tener el coraje de quemar las naves.


Y en el medio, mi relación siempre conflictiva y contradictoria con la universidad, donde todo me parece en decadencia (sobre todo por los siempre tan perfectos estudiantes y tan espantosos lectores). No todos, desde luego. Sí he disfrutado asistiendo a las clases de la cátedra de Literatura Argentina, que hasta septiembre ha quedado en manos de Rafael Gutiérrez. Sé que además de profesor, el tipo es escritor y por eso su relación con la literatura es otra, se apasiona mucho y el otro día hasta habló de Bukowski (un tema lleva al otro, che), lo citó y creo que más de un alumno tomó nota del autor. Espero que alguno lo lea. Bukowski ha sido muy importante para mí y sigo leyendo sus textos con placer (el libro de poemas que tengo es el más prestado de mi biblioteca –calculo que ha pasado por unas 20 personas- y por eso no tiene ni una sola hoja en su lugar). No creo que haya ejercido una influencia en mi escritura, pero sí tuvo la virtud de mostrarme que eso también se podía hacer, que eso también valía, que el campo de la literatura era mucho más amplio de lo que pensaba (o de lo que me habían hecho pensar).

Otro problema es el semanario, para el cual estoy escribiendo por inercia, sin la más mínima pasión. Hoy para la página cultural improvisé en media hora una nota recomendando la revista contrarreforma y el blog de los relatos del profe. Notas más bien patéticas, tristes. Estoy a cargo de la redacción, la idea era tener ese puesto por un par de semanas, no más, pero parece que me quedo todo mayo. No sé por qué lo hago. Hace tiempo que no creo en el periodismo, en su poder transformador. Esto se ve agravado en que el semanario es leído por muy pocas personas (como mucho se venderán mil ejemplares) y la verdad es que por más buenas denuncias que lleguemos a hacer, no pasa nada. A veces creo que al semanario lo leen solamente los políticos. Los viernes trabajo desde las 14 hs. en el semanario, aunque desde el miércoles y jueves ya estoy comunicándome con los demás periodistas para ver qué van a escribir y cuánto. La cosa es llenar esas 15 putas páginas. Estoy hasta las 23 hs. corrigiendo y reescribiendo notas (a veces dos horas frente a una nota pa darle sentido) y de ahí para el hotel, hasta las 7 am, ya sin fuerzas para escribir ni pensar nada. El sábado, convertido en una piltrafa humana. Una vez me pasó que estaba secando los cubiertos después del almuerzo y, al ver el tacho de basura en frente me pregunté si estaba tirando los cubiertos ahí en vez de guardarlos en el cajón. Miré adentro y había como 3 cucharas. Realmente no sé por qué sigo. Me había planteado la excusa de luchar por la página cultural y desde allí difundir a escritores y poetas que no han podido publicar y también intentar plantear otras cuestiones que acá nadie plantea; pero esta semana no hice nada de nada.
Reempezar este diario es una forma de obligarme a reaccionar, a romper con la inercia y salir, de una buena vez, de la mediocridad. Al menos, de definirme por lo que importa. Uno no puede dedicarle las 24 hs. del día a la literatura, sería insano, sicótico, pero sí debo reservarle el lugar que debe tener.

Cine. Entre Cronenberg y Bergman en vcd. El miércoles asistí al estreno de la película salteña “Salta clase B. El macho y la mujer que lavaba platos”. El director, José María Martinelli. La temática es similar a la de rey muerto, el corto de Lucrecia Martel, pero con un final distinto. La verdad es que me ha parecido espantosa, con un total desprecio por los espectadores y por el cine. El director, antes del inicio, advirtió que se trataba de televisión (un unitario pensado para tv) y no de cine, cuando justamente los mejores unitarios que se han logrado son los que se han trabajado como cine (pienso en Mujeres asesinas, por ejemplo) o quizá lo dijo como excusándose o abriendo el paraguas. “Demasiado ego para tan poco talento”, iba a ser la última oración de la crítica que estaba por escribir para el semanario. Pero no la escribí. Escribirla hubiera sido ejercer un acto de crueldad, como patear a un tipo en el piso durante media hora. Creo que cuando se presentan obras de este tipo (en las que no hay nada –absolutamente nada- para rescatar (bueno sí: los primeros 30 segundos, en que hay tomas del mercado san miguel) lo mejor es ningunearlas y no caer en la tentación de imponer la masacre fácil. En salta21.com se puede leer una crítica, a mi modo de ver bastante generosa, que aún así no ha caído bien entre los hacedores.


Estoy leyendo Diario argentino, de Gombrowicz. Quizá él sea el responsable de la reapertura de este diario.

4 comentarios:

Estrella dijo...

Te copio fragmentos de una crítca al libro DIARIOS, de Alan Pauls (muy recomendable).
Más allá de esto, el "diario" es un género litario, desde siempre y hasta siempre, supongo yo. Y uno de los géneros más interesantes, mezcla rara de biografía, crónica, introspección, opinión.
Acá van:

"¡No en vano una vive en pose!", se jacta sin pudor Pizarnik el 27 de junio de 1955. Y más adelante escribe: "Quiero continuar viviendo y mintiendo". Barthes, por otra parte, decía que todo diario de escritor se escribe en una voz arcaica, la voz media, que existía en el indoeuropeo y el griego clásico pero no llegó hasta nosotros: en el diario, el escritor no escribe sin escribirse al mismo tiempo; escribe afectándose, centrifugándose de algún modo por el proceso que él mismo desencadena; de ahí que la pregunta que ronda al género no sea tanto "¿Quién soy?" como "¿En qué me estoy transformando?"


Se escribe un diario para dar testimonio de una época (coartada histórica), para confesar lo inconfesable (coartada religiosa), para "extirpar la ansiedad" (Kafka), recobrar la salud, conjurar fantasmas (coartada terapéutica), para mantener entrenados el pulso, la imaginación, el poder de observación (coartada profesional). Musil lleva un diario para historiarse a sí mismo, para examinarse el cuerpo bajo el microscopio de su propia prosa; Mansfield escribe con el propósito de aliviarse y, por fin, "emerger". Jünger, para contrabandear el horror bajo la forma de "criptogramas" y "arabescos cifrados"; Pavese, para llevar a cabo un minucioso, implacable "examen de conciencia"; Barthes, para consumar un ejercicio meramente experimental... ¿Y si todo ese variado repertorio de funciones se redujera a una sóla fórmula, arcaica pero eficaz: conocerse a sí mismo? ¿Por qué, en el impulso que mueve a un escritor a escribir su diario, tendría que haber algo más o algo que no fuera la decepcionante humanidad de un deseo que se cansa pero no muere: el deseo de ser sincero?

Anónimo dijo...

qué bueno tenerlo de vuelta Kozarts.
Este verano descubrí (tarde pero seguro) que para escribir bien primero hay que bancarse escribir mal. No sé si le sirva de algo...
Igual cuanta cosa! que el hotel, el semanario, la facultad! yo no sólo dejaría de escribir, me haría el muerto para que me dejen de joder. Pero ánimo, o algo así.
Siga con nosotros.

Opadromo dijo...

la verdad, ke me van a hacer poner colorado, señoritas. Gracias, che
A.K.

AleLo dijo...

Hola mi vida!!! al fin regresaste!! ya te extrañaba...