lunes, 28 de julio de 2008

RESEÑAS DE LA SEMANA




ESTAS SON LAS RESEÑAS PUBLICADAS POR EL SEMANARIO CUARTO PODER.



Chinchulines con talento


Es actor, comediante, escritor, poeta, pintor y hasta diseñador de videojuegos. Pero acá vamos a hablar de su faceta como cineasta, porque Takeshi Kitano es uno de los pocos del que se puede decir que hace cine de autor en este momento. Basta con ver un par de minutos de cualquiera de sus películas para saber que se está ante una de sus obras. Y no por la trama, que generalmente tiene a mafiosos y policías como personajes principales, sino por una forma particular de contar esas historias.


Es rarísimo cómo construye el humor en sus películas. Es un humor armado en base a silencios, un humor inexpresivo, de acciones o frases que se producen en el lugar o momento inadecuado. Uno de los requisitos del humor es siempre la sorpresa, es colocar algo en un lugar que no le corresponde. Esto pasa también con los personajes, supuestos mafiosos que se la pasan la mitad del tiempo jugando, comportándose como niños, como si no formaran parte de una mafia sanguinaria o de una policía corrupta. Y después están los personajes que parecen todo el tiempo dopados, como zombies martelianos, que parecen haber perdido todo contacto con la realidad. Que el humor sea uno de los condimentos de sus films y que él haya formado parte de un dúo cómico en la televisión no tiene que engañar a nadie: sus películas dejan un sabor agridulce, por el ambiente nihilista en el que los personajes dan todo perdido de antemano. Hay fatalidad y desgracia. Hay una angustia existencial que recorre de punta a punta sus films. "Violent Cop" (1989), "Boiling Point" (1990) y "Sonatine" (1993), son claros ejemplos. En estas películas, la violencia se vuelve un espejo macabro que refleja la ira y locura de su sociedad. Y ese espejo es, por momentos, insoportable.


Hay otro rasgo estilístico del cual es necesario hablar. Las tomas largas, los pocos movimientos de cámara y los prolongados silencios son una marca insoslayable, que contribuye a crear un clima de desesperación, de monotonía y de absurdidad, del cual el espectador no puede escapar. El personaje que encarna Marcelo Mastroianni en 8 ½ de Fellini sentencia: “no tengo nada para decir, pero sé cómo decirlo”. Pero, a veces, es más importante tener algo para decir, aunque no se sepa cómo. Takeshi se hizo cargo de la dirección de una película por casualidad: el director se había enfermado y alguien tenía que terminarla. No había estudiado cine y no conocía muchas cosas: el resultado fue un trabajo totalmente original que ha merecido el aplauso de la crítica y de los cinéfilos. Desde entonces no ha parado de evolucionar y aprender.


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Poesía XXX


Fernando García publica, en 1998, El Jardín de los Nogales/ La calle Platería (editorial Atuel) poemario híbrido y bilingüe, en el que el sexo, el lenguaje despojado y por momentos escatológico son algunas de las principales características de gran parte de esta obra.
De García sólo sabemos que nació en Buenos Aires en 1967, que ha vivido en Barcelona entre 1980 y 1985, que es autor de otros 6 libros de poesía y que alguna vez pasó por Salta para dictar una conferencia.
En la contratapa del libro, hay una breve frase de Liliana Bellone, la salteña ganadora del Premio Casa de las Américas. “Siguiendo el mandato del entretejido de libros, la historia y el lenguaje, Fernando García modula los motivos de la poesía española primitiva recogida en los Cancioneros. Podemos escuchar en sus poemas la dulce frescura de la lírica galaico-portuguesa, y a la vez el artificio aristocratizante, culto, de la poesía provenzal de los trovadores del sur de Francia y que llegó a España por los caminos de los Pirineos en épocas de peregrinaciones y cruzadas”, escribe Bellone, aunque no podemos saber si esta frase forma parte de un texto mayor; ni siquiera sabemos qué es lo que piensa realmente la salteña del poemario.
El libro
Me voy a limitar a hacer algunas descripciones sin juzgar el libro (que no me ha gustado para nada) aunque me atrevo a decir que García juega a ser poeta, a hacer rimas y por eso hay que tratar de tomarse este libro como un divertimento.
Pasemos a los bifes con estos tres poemas de cuatro versos cada uno. Bajo el título de “Copla”: “Vos sos todo mi desvelo,/vos sos mi sueño y mi meta/ pues no tengo más anhelo/ que meterla en tu cajeta.” (sic)
“En el jardín” dice: “Vine, casi a los bandazos,/ de mis pagos (que están lejos)/ por regar a lengüetazos/ el jardín de tus pendejos.”
Otro poema, titulado “Constancia”, afirma: “Sea de noche, sea de día,/ bajo el granizo,/ baso el solano,/ tanto en invierno como en verano/ en cualquier tiempo, te cojería.” (sic)
Como se verá, no hay polisemia, no hay metáfora, el lenguaje no puede ser más directo.
“Una aventura en Jujuy” es, creo, el texto más controversial del libro. Se trata de una narración en versos en la que se cuenta la historia de un porteño que visita Jujuy y se enamora de una muchacha, que también es disputada por cantores del lugar, a los que el “yo lírico” ataca de manera constante. (A esta niña esplendorosa/la requerían de amores/ unos locales cantores/ que se juraban poetas,/ aunque su ansia más concreta/ se cifraba en los licores/.. bastaba sólo con verlos/ para salir con espanto/ bastaba aguantar sus cantos/ o, desde lejos, olerlos…) Para el “yo lírico” o “narrador” los jujeños tienen voz vinosa, croan propósitos despiadados, parecen escapados de un cuento de Lovecraft, es gente ladina que nada sabe de honor; son poetastros. En contraposición, el porteño que está en el lugar sí es un escritor y es viril y osado (con la hombría que distingue/al varón de Buenos Aires) que desde luego le da a la muchacha la satisfacción de su vida. Los dos últimos versos dicen: “¡Si no vinieran sureños,/ cuánta tristeza aquí habría!”.
No hay que cometer el error de confundir al narrador con el del autor del texto; la ideología nauseabunda del que narra quizá no coincida con la de Fernando García, aunque tampoco hay huellas que parodien o tomen distancia de ese punto de vista.

2 comentarios:

Estrella dijo...

Para ver a Kitano y apreciarlo, hay que saber algunas cosas, como las que mencionás en tu reseña. Si no, se corre el riesgo de quedar afuera, y de perdeerse a un gran director.
Claro que a veces sorprende de entrada e instala en nosotros una nueva manera de mirar.

Sigo leyendo el Diario de un Escribidor con muucho entusiasmo.

Conjuro dijo...

Me gusta Kitano, aunque en Zatoichi la pifió un poco.
En cuanto a los poemas de Fernando García, acá va uno de mi cosecha inspirado es su estilo.

Fernando García
a las mujeres
de tu familia
con gusto me cogería

De sólo pensar
en tu hermana
(oh!) se me para
la banana

Fernando te propongo
un trato, mientras
yo leo tu libro,
vos te colgás
de ésta un rato.

(Prohibida su reproducción sin la autorización del autor)