martes, 15 de julio de 2008

Cuarto Poder

Estos son los artículos publicados en la sección de "cultura" del semanario Cuarto Poder de Salta. Además de las reseñas de Kozarts, una nota de opinión del poeta Luis Ferrario.

La venganza de Chuky

A.K.

Uno la ve de lejos y ya le entran ganas de tirarle un zarpazo.
No, no me refiero a Yésica Cirio, sino al un nuevo número de la revista literaria salteña “Equus Pauper”, que dirige, edita, distribuye e imprime el poeta kamikaze Alejandro Luna.
Antes de hablar del contenido, de los textos que la conforman, es necesario resaltar el trabajo artesanal que se percibe ya en la tapa, toda trabajada a mano con dos extensives y, en medio un origami; cada revista es única y está numerada en la parte de atrás.
La revista es, en sí, una obra de arte y por suerte así lo han entendido los propietarios de las librerías céntricas, donde se pueden conseguir los últimos ejemplares.
En la primera edición de Equus Pauper, Luna presentó a poetas que actualmente están internados en el hospital psiquiátrico y en este segundo número publica poemas de Diego “Chuky” Ramos, salteño, aunque nómade por naturaleza. También, hay una crónica del viaje que Luna y Ramos emprendieron por Bolivia.
“Alguna vez dijo me voy de esta ciudad, el tiempo estimado en repetir esa frase fue el de dos meses y, cuando ya nadie le creía, estaba en Bolivia recorriendo lugares y viviendo en la calle. Se fue con menos que su ropa, y sobrevivió en la intemperie de otras soledades y otros paisajes… Cuando llegó de nuevo a la Argentina era una especie de Marco Polo ilusionando giles con su chamuyo, o quizás mejor, era una especie de Jackson Pollock tirando pintura para todos lados...”, escribe Luna, en el prólogo.
Hay algo que queda bien en claro cuando uno lee los versos que contiene la revista. Ramos (y lo mismo se puede decir de cualquier integrante del grupo kamikaze) no es un niño bien que escribe en los ratos libres ni un neogaucho que decide hacer turismo en la literatura mientras mira crecer los yuyos; Ramos escribe desde la periferia de una ciudad que excluye y decide contraatacar con sus versos.
En “La tradición”, dice “Cuatro siglos usa el mismo poncho/Valle hermoso e ingenuo/no vas ni venís/ Levantate los flecos, mirate/ los pies amputados”
También escribe: “Al progreso le duele la memoria/ los nombres, los uniformes/ el hambre profundo del pueblo a la noche/ en el basural/ no oyen nada en el escritorio”
Para leer los poemas completos de Ramos y las crónicas sociológicas de Luna va a tener que buscarse un ejemplar. Cierro esta nota con un verso de Chuky, verso que, intuyo, bien puede servir para definir lo que siente sobre la provincia: “Da pena este infierno que no sabe ni calentar”.
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Mirindas Asesinas

AK
Son apenas 11 minutos, pero es tiempo suficiente para descubrir el germen de un grande. En 1991, el español Álex de la Iglesia dirigió el cortometraje “Mirindas Asesinas”, que cosechó varios premios y que fue visto por los hermanos Almodóvar, quienes decidieron poner a disposición la productora (El Deseo SA, que, dicho sea de paso, también le dio una mano a Lucrecia Martel) para el primer largometraje de Álex: Acción Mutante (1993). Y después vinieron El día de la Bestia (1995), Perdita Durango (1997), Muertos de Risa (1999), La Comunidad (2000), 800 Balas (2003) y el Crimen Ferpecto (2004).Todas con un gran humor negro y bizarro, la marca registrada del autor. Para la televisión española, convocado por Chicho Ibáñez Serrador, hizo “La habitación del niño”, obra maestra del Terror (en la que se siguen percibiendo las huellas estilísticas del director. Y este año también se estrenó Los Crímenes de Oxford (de la cual no vamos a hablar porque da vergüenza ajena.)

Pero retornemos a ese corto. La trama es la siguiente: mientras pasan los títulos en fondo negro y letras blancas, escuchamos en inglés a un locutor que habla de un asesino serial y aconseja a las mueres quedarse en sus hogares. Después la cámara nos muestra, un bar, en donde se desarrollará toda la historia. Se encuentran el que atiende, un cliente más y entonces entra un hombrecito con unos anteojos enormes y un sobretodo negro: es la víctima perfecta.
Todo es en blanco y negro. La iluminación por momentos hace recordar a la del expresionismo alemán o a la de un film noir.

En el momento en que el hombrecito se acerca a hacer su pedido, al barman lo ilumina una luz potente desde abajo, le da un talante espectral, mete miedo, en contraposición al pequeño calvo, que solo pide que le de una Mirinda. La bebe y empieza a retirarse; el barman quiere cobrarle. El hombrecillo le explica nervioso que él le había pedido que se la diera, que no es posible que ahora se la quiera cobrar. Entonces saca una ametralladora y fulmina al barman.

Hay un solo hombre que ha presenciado el hecho. Pero el asesino no se va, sino que sigue tomando su Mirinda, como si no hubiera pasado nada y se pone a hablar de esa gaseosa que tanto lo fascina y el otro escucha, mientras tiembla de miedo. Este es sólo el comienzo; pero no pienso contarle cómo sigue. Busque este corto ya y véalo. Sólo once minutos magistrales. Se lo puede encontrar en youtube.com (escriba “mirindas asesinas” en el buscador) y en Google está el guión completo, que no tiene más de 3 páginas.

Los críticos han comparado a este cortometraje con “Un día de furia”, pero esta lectura es errónea, entre otras cosas porque en ese film se muestra toda una serie de acontecimientos que llevan al personaje que encarna Michael Douglas a estallar, mientras que “Mirindas…” es la historia de un demente en un bar; no podemos saber si antes era un tipo normal, o si siempre ha sido así. Los asesinatos son gratuitos, nadie lo provoca realmente. Si hay que trazar un parangón, el más preciso sería con “Boogie el aceitoso”, el personaje de historieta creado por Roberto Fontanarrosa.
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El lugar del Poeta

Luis Ferrario

Cuando yo era joven pensaba que la poesía podía darse el lujo de prescindir del entorno en el que había nacido. Consideraba que el tema del "compromiso social" del escritor no constituye un rasgo pertinente a la hora de valorar y justificar el hecho de dedicarse a la escritura de versos líricos. La doctrina del arte por el arte presidía mi convicción de convertirme en poeta y me hacia menospreciar, por lo tanto, la idea de tener que referirme a una temática determinada en los versos. La poesía es un ejercicio soberano que permite la libertad de levantar el pensamiento sobre todas las circunstancias de la vida, por lo que ceñir su inmensa gama de posibilidades creativas a un sector acotado de la realidad humana constituía un verdadero atentado contra la naturaleza del arte. Así lo tenía por cierto y así lo practicaba.

Después de mucho tiempo vengo a caer en la cuenta de que todo era justamente al revés.

Pero para llegar a este conocimiento de la poesía tuve que comprender primero la noción de "lugar desde donde se escribe" y recién desde allí concluir en que estaba rotundamente equivocado. La teoría del arte por el arte configura una absoluta insulsez del pensamiento poético. Es la teoría de los que se dedican a escribir desde el lugar del ganador, vale decir, desde el lugar del que está bien instalado en la vida y considera que no es necesario cambiar nada de la realidad porque las cosas así están bien construidas y todo es cuestión de hacer las cosas en orden. Para quien escribe desde esta postura las cosas le pasan a él y a nadie más. Se trata de reflejar en la poesía el universo privado de los propios afectos sin que interese de manera relevante el universo de los afectos ajenos, las formas de organizarse que tuvo la sociedad, los esquemas de dominio mental y físico que se ejercen sobre quienes tienen la fortuna o la desgracia de convivir en un ambiente determinado. El poeta se va a dedicar entonces, por ejemplo, al pensamiento metafísico, o a las celebraciones patrióticas, o a la exaltación de los vínculos familiares, religiosos y culturales por los cuales se va a sentir orgulloso de pertenecer a una clase, o bien se va a dedicar a poner de manifiesto su maestría en el dominio del verso conforme al canon de una belleza objetiva que se toma por rectora de todo su hacer. Sea como sea, va a escribir desde el lugar del hombre honorable, del sabio estudioso, del distinguido académico, del serio y reflexivo constructor de los grandes parámetros de la cultura.

Pero no. Yo he aprendido que el lugar del poeta no es el del vencedor sino el del derrotado total. El del humillado, el del caído que se ha metido hasta las cachas del corazón en la basura del mundo. El del que ha visto que la organización social, tal como ha venido dándose en la historia y continúa dándose sin visos de grandes esperanzas en el futuro, es un gigantesco y putrefacto monumento a la hipocresía. El poeta no tiene nada, nada, no tiene rango ni honor ni preeminencia de ningún tipo, es un paria, un croto que, como no tiene nada, sólo tiene la poesía en su haber. Todo lo demás es escoria, sobrante, mentira, impostura. Para ser poeta hay que beber aguas amargas. No se puede ser poeta desde la comodidad, desde una clase, desde un ámbito de dominio. No. Hay que experimentar la nada, hay que volverse nada, borrarse, no figurar, no ambicionar, no ser. Ese es el único orgullo del poeta. Todo lo demás: méritos, premios, distinciones, rangos, categorías, pertenencias, tradiciones, celebraciones y memorias de la historia, todas esas cosas que le hacen creer al poeta que su lugar es de un ganador en cualquier sentido que sea, no son más que un inmenso tacho de desperdicios (y perdón por el eufemismo). Por eso la poesía, o está comprometida con una realidad despedazada, injusta y violenta en la que unos cuantos tienen todo y un montón incalculable no tiene nada, o tampoco es más que un precioso tacho de excrementos.

1 comentario:

tantomundo dijo...

por dios, compadre, quiero tener una de esa revista iá mesmo acá en córdoba. tirame la posta, compa, cómo hacemos? un abrazo.-