domingo, 2 de noviembre de 2008

No hay delivery a las tres de la mañana

Nunca supe muy bien (nada favoreció más a la paja que este siglo), la diferencia. Aguanto el hambre con la esperanza que algo venga con ello. No vienen ni los dibujos ni los faros amarillos de otoño. Ni el viento que te vuela las hojas y vuelta a empezar. Es como ser un mártir, agudizar las tripas en bien de algo supremo. Sí, supremo. Dice maría que busca los números; un marido que le sostenga el sueño. Hoy limpió toda su casa, bañó a su sobrino y en el momento en que ahogaba al crío pensó que el agua todo lo asimila. No tuvo cargos de culpa. Me mandó un mensaje Necesito cincuenta pesos. Ella dice heredar el carácter de su padre. No lo puede culpar por ser un inútil poeta mal parido, es como esa película donde la niña enloquecida enmudece frente al botiquín y se corta los pelos con un cuchillo. Y el hambre vuelve los dedos quemados. Hasta terminar embarrada en pezoncitos de semillas . Lo que devuelve el olvido es el comienzo, Ana. El de ella misma. Al año siguiente se vera ahí mismo corrigiendo el rímel. Al fin de cuentas ese será el año de la chinchilla. Mañana esperare hasta el último bocado para no olvidarme de ello.

1 comentario:

M. dijo...

"No vienen ni los dibujos ni los faros amarillos de otoño. Ni el viento que te vuela las hojas y vuelta a empezar".

(Qué lindo...)