domingo, 24 de agosto de 2008

Diario de un escribidor (75)





Alejandro Kozarts

Curso de “Redacción Publicitaria”. Supuestamente me serviría para el currículum (supongo que algún día tendré que armar uno). Llego y lo primero que veo es un cartel gigante que dice “Hospital Creativo” (la palabra “hospital” a mí me trae unos recuerdos espantosos y “creativo” me genera desconfianza). Entro. Hay poca gente. En los parlantes se escucha a Amy Winehouse. La secretaria me entrega, después de haber pagado los 40 pesos de inscripción, una bolsa con una carpeta adentro. La abro: tiene una lapicera y dos hojas que en la parte superior poseen esta leyenda: “las grandes ideas comienzan con una hoja en blanco”. Espero 30 minutos. La sala se llena. Chicas que estudian marketing, diseño gráfico, comunicaciones sociales. La clase empieza. La dicta un tipo que, apenas lo veo, me recuerda al Pastor Jiménez. Empieza a hablar de pie por un micrófono. Efectivamente, es lo más parecido a un predicador evangelista: “Todos podemos ser creativos, solo hay que ejercitar esa creatividad y yo soy un gran personal trainner”, dice el maestro. Esto es un fucking grupo de autoayuda, pienso, mientras busco, en vano, el recibo. Comienza a hablar de sus logros, de por qué él es un winner y de lo generoso que él es por compartir sus conocimientos con nosotros. Sensación a pesadilla repetida. (No sé si ya viví algo así o si me estoy confundiendo con una escena de alguna película, El Ladrón de Orquídeas posiblemente). El Reverendo Creativo pide a las personas que se presenten, que cuenten cuáles son sus expectativas. Aprender a mirar de otra manera, innovar, ser más inteligentes, etc. Después reparte unas narices rojas de payaso, una para cada uno. “Quiero que se pongan esa nariz, se paren y saluden y se presenten a los que se sientan cerca de ustedes… es la mejor forma de perder la timidez, lo aprendí con una gran especialista en un curso que hice en Londres”, dice. Nos presentamos. En la otra punta veo a Chucho, un viejo amigo, apuntándome con el celular. Mirá como saliste, bolu. Borrá esa foto, le digo, se me acaba la carrera de intelectual existencialista si alguien me ve con nariz de payaso. Se ríe.
Después nos pide que demos vueltas alrededor de la sala y pronunciemos en voz alta lo que vemos. Dice que la creatividad es ver lo que nadie ve o que también puede ser verlo antes. “Como decía Aristóteles”, dice.
Después da la consigna: “contar el trayecto desde sus casas hasta este lugar, inventando algún hecho delictivo”. Mi historia tiene 14 palabras. Los que pasan a leer han escrito hojas y hojas. Me resulta muy interesante escuchar a los demás contando sus historias, ver los movimientos, los juegos de las voces, las estructuras. Cada vez que alguien termina de leer (en frente y con el micrófono) su cuentito, el Reverendo Creativo explica qué es lo que podríamos vender en esa historia. “La historia de esta chica está centrada en el robo de la cartera, ese es el producto que hay que vender, mis creativos”, dice. Otra chica habla de un intento de violación en un remís. Acá podría ser una publicidad del auto, dice el Reverendo Creativo, no muy convencido.
Lo escucho hablar de técnicas para ejercitar la creatividad y nos da los mandamientos. El más importante: tolerancia a la frustración. “Incluso yo he tenido rechazos”, dice.
Quedan 6 sábados más.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Duro... el pastor supo vender lo suyo. Lo de la nariz de payaso se lo afanó a Patch Adams. Comete un error de principiante de ladrón de curso y del intelectual en general: Si vas a mentir que estudiaste afuera empeza por un España o Brasil, despues en la cuarta o quinta clase, como quien no quiere la cosa, se te cuela un Harvard o un Londres. En fin, espero más relatos de las próximas clases. Lula.