sábado, 2 de agosto de 2008

Diario de un escribidor (71)




Alejandro Kozarts

Leyendo como si el mundo si fuera a acabar mañana. Cuentos completos de Héctor Tizón y Flannery O’Connor y “Suicidios ejemplares” de Enrique Vilas-Matas. Voy saltando de un libro a otro, siempre he preferido leer así los libros de cuentos. Muy buenos los tres. Tenía algunos prejuicios contra el jujeño (nacido en Salta); pero se han evaporado rápidamente. Me han informado que en sus pagos a Tizón mucho no lo quieren, es más, lo detestan y que por ese motivo prácticamente no hay trabajos teóricos sobre él. Me ha pasado varias veces de encontrarme con estudiantes de letras de esa provincia que me responden, siempre, que no leen a Tizón porque “está con el poder” o, directamente, porque “es un facho de mierda”. Iguales motivos he escuchado sobre Vargas Llosa. Es una lástima que no puedan separar los tantos, porque se están perdiendo cosas muy buenas. Vargas Llosa es uno de los grandes monstruos de nuestra literatura. “Conversación en la Catedral” es una obra maestra. “Los cachorros”, otra. No entiendo esta necedad. Y en el caso de Tizón no sé hasta qué punto está justificada. Pero bue.

Empecé con dos cuentos. Uno está terminado, o al menos solo le faltará pulir un poco. El otro todavía está naciendo, voy puliendo la voz de a poco. Al menos ya sé cómo termina y el esqueleto que va a tener. También están los personajes. Falta, pero le tengo fe. El primero es minimalista al extremo. Yo tenía un problema hace unos años, cuando intenté escribir poesía y ese problema también se trasladó a la narrativa: el problema es tener un solo estilo. Yo quería escribir otras cosas, en forma y contenido, y sin embargo no lo hacía porque supuestamente eso se alejaba de “mi estilo” (porque yo suponía que tenía un estilo, por aquellos tiempos de juventud). El que me ayudó a resolver el problema fue Pessoa y su pandilla: inventé mis heterónimos. Uno de esos heterónimos escribía o intentaba escribir poemas humorísticos, breves, despojados; otro escribía sonetos solemnes como ejercicio con el vocabulario nuevo sacado del último libro leído. Y estaba el existencialista, que se supone debía ser yo. Después todo se fue mezclando hasta que finalmente dejé de escribir poesía: hace más de 6 años que no escribo un verso. Lo mismo con la narrativa. Kozarts es el que busca distintas voces, romper con la linealidad, incrustar el humor en un marco de crueldad a veces. Pero también surgen ganas de contar otras historias, que además necesitan ser contadas de otras maneras. Historias minimalistas, historias de una simpleza por momentos aterradora. También hay un heterónimo que tiene debilidad por lo fantástico, mientras los otros no pueden ser más apegados al realismo.

X me dice que hago mal en hacer el diario en la web porque revelo mis lecturas y si alguna vez publico un libro, los demás van a poder darse cuenta de las influencias. Respondí que me importa poco, para empezar porque muchas veces ni yo sé cuáles son mis influencias y que cuando sé que estoy escribiendo bajo el influjo de x autor, tampoco tengo problema, primero porque la diferencia entre la influencia y el plagio es enorme, segundo porque hago todo lo posible para despegarme, y tercero: si las similitudes son grandes, mi texto se detiene ahí y va derechito a la basura. Me ha pasado –creo que esto ya lo conté en otra entrada del diario- con un cuento que había empezado y que posteriormente me di cuenta de la estructura parecida con un cuento de Cortázar. Le di vueltas y vueltas al asunto. Y nada. Entonces, chau texto.
Además, le dije a X, desconfío o me molestan los escribidores que, cuando encuentran un gran autor extranjero, esconden sus libros y ni los comentan. Huelo algo raro ahí.


La semana que viene estrena la última peli de Lucrecia Martel. Voy a intentar entrevistarla para el semanario, pero eso va a depender de que El Tribuno no publique nada antes. También me inscribí en un curso de efectos especiales, que dura cinco días. Me inscribí, en parte, porque Rodrigo España cayó el otro día al hotel muy entusiasmado con una idea para un corto en el que es necesario que corra mucha sangre (un homenaje desde Salta al cine gore y al de artes marciales).
El médico por fin me dio una buena noticia. No me tienen que operar; los problemas respiratorios se deben a una hiper-alergia (700% por arriba de lo normal) y en los próximos días empiezo un tratamiento con pastillas y no vacunas, como temía.
Pd: el de la foto es Moravia.

1 comentario:

Estrella dijo...

La Angustia de las influencias, de Harold Bloom habla sobre eso.
En un rato te copio algo.