lunes, 1 de octubre de 2012

UN GESTO BRUSCO Y SOLIDARIO. Hacia la interpretación aberrante.


“Es que no sé qué motivo me lleva a tan previsibles actos culturales en Zalta. Siempre es lo mismo. Algún movimiento de piezas (gubernamentales, universitarias o comerciales) genera un espacio artístico que posiciona su sensibilidad por encima de la de su contrincante. Tal vez sea la necesidad de ver en una de esas “ponencias” un verdadero acto vandálico de mis contemporáneos, reclamar el cambio de aire, el recambio generacional por acción y no por defunción. […] Nosotros sabemos algo del pasado; ellos nada del presente.”

Pancho Rodríguez, Florida - Boedo, Boxer – Slip, Opadromo, 16 de agosto de 2007.



                                          ESTADO CRÍTICO

La crítica literaria referida a las producciones más nuevas e importantes de la generación que arranca en 2004 con Kamikaze en Salta es una práctica que ha tenido en los mismos escritores a sus protagonistas, desconocer este hecho significa, por un lado,  expulsar del pensamiento las complejidades de los procesos de producción y distribución de sentidos y, por otro lado, ningunear (o cuando menos subestimar) esa labor. Hay algunos hitos en este devenir crítico: la publicación de tres números del suplemento cultural del semanario Cuarto poder en abril de 2007, la aparición del blog Opadromo, Living la vida opa el 15 de agosto de 2007 y los prólogos que abren todas las publicaciones de Equus Pauper  firmados por Alejandro Luna, que con artillería pesada y sin ninguna solemnidad ni concesiones se encargaron de demoler la literatura vetusta de esta ciudad y de hablar críticamente del presente de una manera hasta entonces inédita:  con  rigurosidad y frontalidad. Hay, asimismo, una constante que no debe escapársenos: la labor generosa y silenciosa (cuando no silenciada) de Daniel Medina. El suyo ha sido, y me gustaría dejarlo explícito, un gesto brusco y solidario. Brusco porque significó la irrupción en un campo, hasta entonces dominado por la academia y por Sylvester, de unas voces diferentes que criticaban las políticas de la literatura en Salta, como los aparatos estatales de legitimación de escritores (premios y presentaciones de libros) y el uso de espacios públicos (la Casa de la cultura, el Museo de arte contemporáneo) y discutía la validez de representaciones como el paisaje, la hegemonía del discurso poético, la otredad. Solidario porque, sin importar los intereses diversos y las conclusiones divergentes a que cada uno de los críticos-escritores había llegado, no tuvo reparos en publicarlos y donarle ese espacio en donde uno puede empezar a construir algo nuevo y mejor, sí, nuevo y mejor. Esto lo he repetido numerosas veces: no pensamos lo mismo pero lo pensamos al mismo tiempo. Ahora podría agregar que somos los mismos quienes lo pensamos: Alejandro Luna, Pancho Rodríguez, Daniel Medina, Rodrigo España, Fernanda Salas, Diego Ramos y yo. De entre ellos, los primeros tres tienen una producción crítica que, reunida, bastaría para un libro. Desconocer estas escrituras es, cuando no, una práctica típicamente salteña.  En los restantes puede observarse la presencia de una criticidad patente en sus trabajos de edición de otros escritores y en los posicionamientos que explicitan en entrevistas.

También podríamos mencionar intervenciones críticas posteriores y, si se quiere, ajenas a los escritores jóvenes como las de Alejandro Morandini (en su diario de lectura y otras consideraciones - http://alejandromorandini.blogspot.com.ar/), las de Idangel Betancourt (en el suplemento cultural del Diario Punto uno -http://www.diariopuntouno.com.ar/unog/index.html), las del equipo de investigación de la universidad nacional (en donde, además de Susana Rodríguez debemos nombrar a Raquel Guzmán y Elisa Moyano), Marc Le Douaron (o Marco del Puente, según si lo busca o no migraciones- http://www.salta21.com/_Marco-Del-Puente_.html) y Santiago Sylvester (de quien nos encargaremos en otra ocasión a propósito de su último libro La identidad como problema- http://www.telam.com.ar/nota/32391). En Jujuy, podemos mencionar la labor de la revista Intravenosa, Alejandra Nallim y Reynaldo Castro.

LA RESPONSABILIDAD DE LA VOZ

Recientemente terminó el IV Simposio de literatura del NOA. Allí, curiosamente, fue publicado (o en todo caso, puesto a consideración pública) un texto de Milagro Carón, La crítica y la obra, alguien, a mi entender, que tardíamente se incorpora a este devenir crítico y por eso asegura que la crítica no existe en Salta y que, en el caso de existir, no ha hecho demasiado por la literatura: ‘el terreno es del todo virgen y hay que empezar a ocuparlo’, dice. En todo caso habría que preguntarse por qué los críticos, o las personas que se sienten en condiciones de producir escritura sobre otras escrituras, han demorado tanto tiempo en asumir el papel que ahora reclaman.

Por mi parte, aseguraré que el terreno ya está preparado y ocupado y que, en todo caso, ACAS (Asociación de críticos de arte de Salta), de la que ella forma parte, desea para sí los títulos de propiedad. Por lo tanto estoy de acuerdo cuando Carón dice ‘todo lo dicho hasta ahora es extremo y, en ese sentido, injustificado o injusto’. Entiendo el gesto de reivindicar un espacio emergente, no entiendo el procedimiento de excluir, para conseguirlo, del ámbito de la crítica a los escritores que he mencionado al principio.

Luego mencionó la necesidad de superar ciertas dicotomías que inmovilizan las interpretaciones y justifican el trabajo crítico, tales como campo/ ciudad, institucional/ alternativo, generación del ‘60/ nueva poesía salteña, hegemónico/ marginal. También considero que la crítica puede prescindir de estas categorías aunque sin embargo todavía podemos pensar sino lo hegemónico sí la hegemonía como manifestación (o supuesta neutralidad) del Poder en el seno de una sociedad en la que no solo el acceso a los bienes culturales resulta desigual sino también las posibilidades de que cualquiera pueda participar en su producción, tanto si se trata de un indígena como si se trata de un crítico de arte.

Así que, después de leer ese texto y luego de discutirlo, me permití plantear lo que sigue a continuación con el solo propósito de manifestar aquí una forma de acoger la otredad que aguarda en la literatura. Si se quiere, pretendo imaginar una lectura en términos de hospitalidades diversas, desde la bienvenida hasta la hostilidad más frontal.

LA CRÍTICA COMO PRODUCCIÓN DE DIFERENCIA, INVOLUCRAMIENTO Y PARTICIPACIÓN

A mi entender, un postulado fundamental de la práctica del discurso crítico reside en producir diferencia. La primera, la más evidente, es que se trata de un texto que habla de otro texto. La segunda, es que reproduce los sentidos del texto en un registro que los transforma, los desvía, les hace decir algo diferente- se los hace decir en un ámbito diferente. Una tercera diferencia, quizá la más interesante, guarda relación con la responsabilidad de la voz. Un crítico, con su práctica, ejerce sobre los textos un cierto poder que le viene dado más que nada por el prestigio que ha ganado. El ejercicio de este poder puede incluir o excluir a otros de la literatura y, por eso, el crítico debe hacerse responsable de que su voz no es neutra o, de que en todo caso, la neutralidad es sospechosa de complicidad con el Poder. Por lo tanto, el crítico no realiza exclusivamente un relevamiento de los procedimientos verbales de un texto sino que participa, en el seno de una sociedad heterogénea y tensionada por conflictos de diversa índole, en la producción y distribución de los sentidos públicos. Dicha participación, precisamente por ser pública, es también política. Así, por ejemplo, cuando Zain el-Din Caballero  (http://noadefensor.blogspot.com.ar/2012/01/panorama-actual-de-la-literatura.html) hace un análisis peyorativo de la nueva literatura en el NOA, a la que tilda de ‘kirchnerista’, uno no puede dejar de sostener algo que resulta obvio: que mucha de esta literatura, que no es exactamente kirchnerista, tiene sin embargo relación con una sociedad politizada y no necesariamente porque hable de política.

Con ‘sociedad politizada’ quiero introducir el segundo postulado de un discurso crítico: si uno reconoce que en los textos existen sentidos generadores de conflicto político es porque existen disputas en torno a quienes toman la voz, qué se puede decir y cuáles son los efectos que ello produce. De modo resumido, el segundo postulado es que, por ser públicos y políticos, esos sentidos nos involucran. 

 Un tercer postulado se desprende de manera casi directa: si la construcción de los sentidos públicos, entre ellos los que tienen a la literatura como su base, nos involucra, queda bajo nuestra responsabilidad la producción de esos sentidos. Por consiguiente, un crítico es un partícipe necesario de este proceso.

Así pues, la producción de diferencia (alguien dice esto es literatura/ esto no lo es), el involucramiento (alguien reconoce que los sentidos públicos –los que circulan en una sociedad- no son ajenos a la forma en que él o ella desea interpretar lo que llamo el sentido de la vida) y la participación (alguien se responsabiliza por la producción y distribución de sentidos públicos, entre ellos la literatura, y se convierte en escritor o crítico) son aspectos que una crítica no puede ignorar, al menos no desde un punto de vista que problematiza las condiciones de enunciación.

Luego de todo lo anterior estamos en condiciones de sostener que una tarea de la crítica, acaso la más interesante, consiste en discutir la validez de jerarquizaciones producidas en el interior de los discursos, me refiero, desde luego, al juicio de valor, por un lado, y a las categorías que intervienen como mediaciones para movilizar los sentidos de los textos literarios en una dirección u otra.

Así pues, desde mi perspectiva, que no es sociológica ni foucaultiana, como sostenían, respectivamente, Carón y Betancourt, sino política, la escritura crítica es una estrategia de los escritores y de los lectores para producir subversión de hegemonía. En nuestro caso, para disputársela a escritores como Santiago Sylvester en Salta o Ludmer en Buenos Aires, para quienes la literatura ya no puede generar eso que en los setenta algunos jóvenes llamaban revolución y que yo, también joven, llamo una distribución igualitaria de la riqueza cultural. En esta misma línea, y nuevamente en contra de una idea de Carón, un escritor no es un asistente social y un crítico no es un redactor de informes sociológicos sino participantes responsables ante una sociedad por los sentidos públicos que circulan y se encuentran disponibles y construyen el sentido de la vida. En consecuencia, no existe un adentro y un afuera (un centro y un margen) por donde unos u otros se desplazan sino direcciones en las que el Poder se derrama para dominar y neutralizar los discursos emancipatorios: todos estamos adentro de la vida social.

Nos vamos acercando a una zona crucial de mi intervención: la crítica es una práctica decisiva porque unos pocos deciden, sobre los sentidos que otros produjeron antes, si deben o no circular y cómo y dónde. Es, pues, una práctica que puede convertirse en policial con una facilidad sorprendente. 

LA INTERPRETACIÓN ABERRANTE

Una característica de la producción de diferencia consiste en no ponernos de acuerdo, puesto que así evitamos la parálisis, de donde se sigue que criticamos para polemizar y generar disenso y acompañar la deriva de los sentidos. Sin embargo, compartimos la errancia para manifestar la otredad que cada escritor transporta en su voz como si fuera su propio rostro. ¿Esto quiere decir que todo vale? Esto quiere decir que, puesto que la literatura es un bien de la humanidad, cada quien puede hacer con ella lo que le plazca, incluso escribirla, incluso hacer diferir los sentidos que otro ha producido si ello le sirve para producir otros nuevos y más aún si le sirve para entablar una disputa por la hegemonía. Para referirme a esto he pensado en una noción llamada interpretación aberrante, que me ha sido sugerida, si bien la utilizo en sentido casi opuesto, por Umberto Eco y Paul de Man, por un lado, y por un procedimiento minimalista que se llama antietimológico y cuyo único exponente es, curiosamente, Milagro Carón, si bien ella lo utiliza para resimbolizar, diría Rodrigo España, el sentido de ciertas palabras que luego son puestas en redes que las vuelven a resimbolizar. Si bien todas las entradas resultan sorprendentes, no podemos dejar de leer la de ‘discurso’: “discurso que interrumpe el curso, la dirección. Un discurso que co-rrompe la propia voz, la con-parte, la fragmenta, la desvía hacia un otro para discurrir. La invitación a ir hablando extraviados, en un discurso sin curso” (http://fragmento-s.blogspot.com.ar/2011/03/discurso.html).

Umberto Eco utiliza el término interpretación aberrante en Lector in fabula y en Los límites de la interpretación. Su explicación es la siguiente: un lector puede relacionarse con los signos motivado por tres intenciones: siguiendo la intención del autor (intentio auctoris); yendo en busca de la intención del texto (intentio operis); haciendo uso del texto para decir aquello que en realidad él desea decir a pesar del texto (intentio lectoris). A propósito de la primera intención, Eco sostiene que no existen métodos válidos y eficaces de construirla como objeto de conocimiento; de la segunda anuncia que es la única a la que podemos responder, más aún, esgrime un enunciado teñido de moralidad al decir que es la única forma de “respetar al texto”, lo cual sería nuestro deber como lectores; por último condena las intenciones de los lectores porque usan los textos como excusa para decir aquello que les dicta su deseo, llama a esta “falta de respeto” interpretación aberrante.

Sinónimos de aberrante son: descarriado, absurdo, loco, monstruoso. La sola presentación de dicha palabra podría conducir al pensamiento según el cual el crítico es un corrector, alguien que disciplina, legitima, encamina, cura la escritura patológica. No es nuestra intención en absoluto. Contrariamente a la intensa negativa de Eco para con esta noción, tomamos la interpretación aberrante como una respuesta legítima en tanto es una respuesta, una exposición pública de la propia escritura que asume la experiencia de la lectura trasvasada de sin sentido o que permite jerarquizar la propia voz por encima de la de la autoridad, lo cual no es un dato menor.

El hecho de que el crítico se represente su tarea como lo que él tiene para decir a partir de un texto, en vez de decir lo que el texto ya dijo por sí mismo y de manera independiente, muestra cuál es su relación con la palabra ajena. En consecuencia, para el caso de las interpretaciones aberrantes habremos de excluir el análisis de tipo estructural pues nos importa más reflexionar acerca de la relación que el crítico establece con el texto de partida. Dicha relación pareciera aludir antes que nada a la representación de mundos, a lo semántico y a las imágenes  del enunciador y del enunciatario.

Así pues, eludiremos las nociones de bien o mal escrito pues no es la norma lo que nos interesa juzgar, muy por el contrario nos daremos a la tarea de observar el proceso de esta escritura que se busca y observar sujetos “sujetados por la escritura”. En los confines de la palabra autorizada, la cautividad intelectual del crítico suele resolverse mediante poco acertadas estrategias de evasión: la repetición textual y la citación exhaustiva.

En un ámbito cerrado, es decir que se pretende cerrado y aislado de la realidad social, la escritura crítica opera un trabajo de selección “natural” donde los más “dotados” de saber, sobre todo los que “dominan” la lengua, la lengua madre, son los que dominan al resto, los que confirman con su dominación la que ejercen los grupos de poder. Esta idea resulta radicalmente enfrentada a las expuestas por Antonio Ramón Gutiérrez, el psicopoeta según Ramón Vera, en su artículo Literatura y mercado, entre otros publicados en Las columnas de A. G. por diario Punto uno y, cuando no, el Gobierno de Salta.

La cuestión de si el sentido se establece o se produce nos sitúa ante un problema nada menor. Si el sentido se establece, entonces quiere decir que el texto lo prevé más allá de la particularidad de cada lector. Si el sentido se produce, habrá que preguntar quién. Nuevamente, si lo produce el texto, el lector sería una función textual de relevamiento de las regularidades semánticas presentes en cada nivel del texto. Ahora bien, si el sentido lo produce el lector, deberemos permitir el ingreso de una segunda intencionalidad no debidamente estudiada: la del propio lector. Ante la intención textual, cuyos rasgos evidentes serían las regularidades semánticas, y frente a la intención del autor, advertibles en ciertas huellas de la enunciación, tenemos la intención del lector, quien, en última instancia, despliega una serie de estrategias de reconocimiento, jerarquización de significados y argumentación de porqué un sentido y no otro. Mi hipótesis es que el lector orienta el trayecto del sentido en una dirección interesada.

Como consecuencia, el sentido es la performance de un lector en un contexto específico. Dicha performance no depende únicamente de sus intenciones, necesita del despliegue de competencias interpretativas y estrategias argumentativas. Con lo cual quiero dejar asentado que un crítico puede interpretar lo que desee o bien aquello que se le solicita pero no lo que el texto dice. Entonces el sentido no es una propiedad textual ni una previsión de este sino una actuación por parte del crítico mediante la cual él pone en discurso el grado de relación existente con su comunidad de intérpretes. De allí la divergencia de interpretaciones.   

Existen variadas posturas en torno a la interpretación. Aquellas que la sostienen como un relevo de procedimientos (el formalismo, ciertos estructuralistas), las que la hacen partir de sus relaciones con los acontecimientos de la historia social (la sociocrítica), las que la apoyan en la psicología del autor (el psicoanálisis), las que quieren que resida en la formación de la subjetividad del lector( Jorge Larrosa), las que imbrican interpretación y escritura como una forma de la ficción (Rosa, Jitrik), las que consideran que no es un punto de llegada sino la señal para iniciar la deriva (la deconstrucción), etcétera.

No se cuenta entre mis objetivos más urgentes, ni mucho menos, acabar con la polémica. Lo que resulta indudable es que muchas de estas posturas obtienen resultados divergentes porque sus acercamientos y concepciones de la literatura son sumamente distintos, marcados por presiones contextuales como la época, el paradigma epistemológico, las condiciones de recepción o los intereses ideológicos. Todo lo cual le suma o le resta especificidad a lo literario.

De todas maneras, aunque existen tradiciones interpretativas y convenciones acerca de ciertos sentidos de los textos (los llamados clásicos), ya aceptados por la comunidad, es innegable que la intentio lectoris asume la dimensión pasional del lector y, quiérase o no, ésta también produce sentido, también puede tener validez como interpretación. Acaso ciertas prácticas heréticas permitan conquistar para la humanidad zonas de la sensibilidad inéditas que de otra manera no se alcanzarían. Acaso toda interpretación se realiza sobre-, en el sentido de venir después, en el sentido de que es la venida del otro que llega para decir con sus palabras, por encima de la voz del texto, aquello que ya está dicho. Resulta, pues, un exceso, y, en tanto los sentidos son discutibles, la interpretación instituye un campo agónico donde se dirimen mucho más que cuestiones literarias, eso que llamé, no en vano, el sentido de la vida.

No existe el sentido más que como interpretación y no existe la interpretación más que como trabajo ideológico de aberración: voy a decir que un texto ‘dice’ tal o cual sentido porque leer ‘literatura’ es mi manera de intervenir en los debates de una sociedad. Si la escritura literaria se aproxima a un arte presentativo, sin metáforas, la escritura del crítico, por el contrario, diseña y propone ella misma sus propias metáforas. Es en la diseminación de estas metáforas en donde se ven las tensiones del crítico con el poder. Desde luego lo sigo pensando y nada es concluyente todavía, pero leer e interpretar no es practicar un discurso con fines de elocuencia académica, es la forma que tiene un crítico de participar en la movilización de sentidos en una sociedad. Es precisamente en el despliegue textual de elecciones y decisiones explícitas en donde el crítico presenta el sentido y lo pone a disposición del otro, donde busca impactar al otro y, en consecuencia, construir un decir polémico o por lo menos agonístico. La crítica como escritura busca que su decir no sea conclusivo y por esto es una invitación y una confrontación: no puede ser elusiva sino que debe explicitar su lugar de enunciación y las tensiones que atraviesan el ejercicio de su voz. Por lo tanto, será un decir limitado al presente de su enunciación, incalculable por su valor de productividad (hace pensar) y de acechanza textual (señala posibles sentidos), y totalmente cuestionable (se dice para que otro pueda leer otros sentidos).

Cualquiera sea la decisión asumida en cada caso particular, lo cierto es que la lectura como construcción del sentido de la vida es necesariamente una acción política en el seno de la diversidad, pues interpretar quiere decir estabilizar ciertos sentidos y generalizarlos para el resto, operaciones que nada tienen de inocente porque sabemos que para que esto suceda antes tienen que haber sujetos que generen conversaciones alrededor de un sentido, que luego esas conversaciones conduzcan a disputas y que después alguna de las voces involucradas prevalezca por encima del resto. En consecuencia, la atribución y comunicación de sentido que realizamos en nuestras vidas no tiene que ver con la ideología sino con los mecanismos que el poder encuentra para ocultar su presencia en los discursos. Es nuestra tarea volverlos evidentes en la lectura y, en tanto escritores, proponer nuestros propios sentidos y representaciones como estrategia de lucha contra los sentidos hegemónicos.

En el proceso de atribución (captura) y donación (comunicación) de sentidos hay una crisis en la que debemos decidir: o continuamos hablando del texto o continuamos hablando. Quiero decir que debemos buscar una superación de lo dicho y pensado por el otro (el otro presente en el texto) después de la crítica.

Entonces la interpretación aberrante no quiere decir leer mal un texto, tampoco violentar las instrucciones que nos había dejado en señal de hospitalidad, significa superar lo que hay en la donación de esa voz volviéndolo a decir, pasando la voz en las palabras de la otredad deseante que yo soy. Por interpretación aberrante entiendo, pues, el proceso de reescritura como conversación (entre tensión), negociación o disputa de ciertos  sentidos circulantes en la sociedad en un momento histórico preciso. Es, pues, una apropiación insumisa de la voz del otro y, en esta tensión, una acción política de captura y donación.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

medina la concha de tu prima, fijate que el texto está para el ojete con todas las palabras juntas.

mili dijo...

Mi estimado juan,
Pensé bastante en si debía contestarte. En realidad, había decidido no hacerlo porque más allá de nombrarme en tu texto no veía ninguna relación entre lo que yo decía y lo que vos expresás, más que una lectura con muy malas intenciones.
No se puede, me contesté, entablar un diálogo, entre-tenernos cuando vos no estás leyendo exactamente lo que yo digo.
En primer lugar, me hizo gracia cuando decís que llego tarde a la escena crítica salteña, como si eso fuese desde ya una falta. Llegar tarde o temprano no significa que no pueda pensar el estado actual de la situación.
En segundo lugar, esta situación es la de la crítica y no de las obras, esta diferencia creo que estaba clara en mi texto y digo, además, que hay intenciones aisladas y una necesidad actual de empezar a organizar, crear y ocupar lugares críticos que a mi modo de ver no han logrado acompañar a las obras, no sólo literarias sino también de otras disciplinas. Ejemplo de ello son los datos que tan amablemente me ofrecés: si uno toma el trascurso de tiempo que vos proponés 2004-2012 son bastante escasas, que no significa que no sean importantes. Es verdad, que en mi texto no menciono el trabajo que realiza Daniel Medina en Opadromo y reconozco mi error porque su trabajo es un gesto generoso e importante y aprovecho esta respuesta para disculparme.
Finalmente, me gustaría aclarar que yo no digo que los escritores sean trabajadores sociales sino que digo que la crítica los convierte en tales cuando lo único que les interesa rastrear es la caracterización de la marginalidad.
En resumen, creo que vos hiciste una interpretación aberrante de mi texto, no en el sentido en que lo proponés, sino en aquella de Eco, lo que me lleva a la conclusión de que no hay posibilidad de con-versar cuando leíste lo que querías leer y no lo que yo decía realmente. Esto no significa que no puedas criticarme pero siempre y cuando no me hagas decir algo que yo no dije.

Anónimo dijo...

chuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu

Z. e.-D. C. dijo...

Coincido con Caron: Pas no cita a otros, sino que los invoca en su monólogo. Entonces polemiza consigo mismo.
De todos modos lo que hace Pas está bien, que se yó, es una estrategia discursiva posible (sobre la cual quiero creer que está desarrollada así a propósito y no porque Pas no sepa leer).
A mi me atribuye haberle endilgado a la "nueva literatura" el calificativo de "kirchnerista". En realidad yo lo que digo en mi ensayo es que la literatura producida por jóvenes crecidos o criados en los años del kirchnerato emerge de un contexto sociacultural determinado y tiene como destinatario a un lector que es característico (del mismo modo que alguien en 1850, 1880, 1940 o 1970 fue producto de su época). Es decir, sin el kirchnerato y con otros gobernantes seguramente el país sería diferente -más o menos decadente- y, por tanto, la producción literaria también tendría otras características.

Ahora bien, volviendo a lo de Caron: leí el artículo en la web de Punto Uno y no llegué a cazarle el hilo, porque en un 70% del texto se la pasa abriendo el paraguas sobre lo que está diciendo, hay un tono de tan escasa confianza que extraña como alguien así de incierto pueda sugerir que es lo que hay o que habría que hacer.

mili dijo...

jiji, tal cual, es que como soy "nueva en la crítica" voy pisando "huevos" cuando estén todos rotos ya andaré más rápido

juan pas dijo...

a mì me darìa cosas estar de acuerdo con seineldìn... esas sì que son decisiones. llegar tarde o temprano no quiere decir nada, en cambio decir que cuando llegaste no habìa nadie, bueno, esa es otra decisiòn discutible. una cosa es que hubieses dicho que la crítica no se hace como vos querès y otra cosa es que digas que nadie lo hizo.despuès, lo de la disputa terminológica a la crìtica de la universidad pùblica me parece convencional y que, en ùltima instancia, no propone qué es lo nuevo. de hecho, hablàs la mayor parte del texto sobre dicotomìas en las que no creès y sin embargo dejàs sin aclarar qué viene después. del mismo modo, creo que si la crìtica universitaria que se realiza en la pùblica y nacional (porque existe ademàs otra crítica universitaria que se desarrolla en la católica y privada) no era la institucional, deberías haber dicho cuál era y no sugerir que era cierto antologador. con lo cual, para mí, lo nuevo que tenías para decir era que estabas presente y que ese acto produce una diferencia respecto del mundo académico pero que deja sin discutir el verdadero problema de 'ocupar' el discurso crítico y es que se trata de un ámbito de disputa que no debe producir consenso sino una superación. ese intento de superación no me parece muy pensado más que como intención en tu texto, una intención que, de todas maneras y más allá de las diferencias, o precisamente debido a esas diferencias, me entusiasma.

Z. e.-D. C. dijo...

A mi me daría cosa NO estar de acuerdo con Seineldín, eso si que es la tibieza.
Volviendo sobre lo de Carón: en algún momento se me ocurrió que Milagro hace ese grito de "nemo ante me" no tanto para ningunear al resto, sino más bien porque ignora la escena local (pues lee más "Ñ" que el coso de Punto Uno). Eso pasa mucho, hay mucha gente que se sabe de memoria todas las calles del Vº arrondissement de Paris pero no tiene ni idea de que pasa en Cafayate.
Y tiene razón Pas, el texto dice "aquí estoy" pero no dice que va a hacer, sólo lo que no va a hacer. Pero bue, capaz que no era un manifiesto, capaz que era solamente una invitación a su Baile de Debutantes en el Rotary Club.

mili dijo...

Precisamente, la idea del texto era decir lo que yo no quería hacer en tanto práctica crítica pero en ningún momento se me cruzó por la cabeza expresar lo que debía ser, porque ese no fue nunca mi propósito. Aclaro, por otro lado, en el texto, que no es una critica (como ejercicio y práctica crítica escritural de obras. ni siquiera críticas) sino una exposición de problemas que a mi modo de ver existen en el campo de la crítica, de manera general, lo que no quiere decir que no existan otro tipo de casos, que sigo pensando son los menos y aislados. En mi exposición no hay ejemplos ni nombres, porque no era el objetivo, pero si sirve de algo, puedo decir que mientras escribía el texto pude leer tres libros de critica por azar donde recopilé ejemplos de lo que planteo. Además del hecho que mis otros dos compañeros de mesa en el simposio iban exactamente en la línea que yo criticaba, y eso en términos estadísticos marca un rumbo. Pero no es mi intención enumerar nombres como sí lo hace juan y también ahí hay una marcada diferencia.
En todo caso, lo que debe ser la crítica para mí se verá en mi ejercicio crítico y no en un texto expositivo, tal como lo hace Juan Pas. Por eso me parecía importante resaltar eso en el texto.
Por otro lado, creo, que la crítica que realiza Juan de mi texto nuevamente deja de ser una lectura de lo expuesto por mí para plantear interrogantes o prejuicios que quizá él tenga pero que no puede de ninguna manera culparme de no haber establecido. Es decir, uno no puede escribir sobre todo y abarcar todo, y nunca fue tampoco mi objetivo. Cuando plantea que no hago la diferencia entre la universidad pública y la privada o cuando dice que mi texto leído en ese contexto debía ser una superación, son todas cosas que él piensa y que yo no puedo hacer nada al respecto, más que evidenciar que hay una ausencia de esos temas en mi exposición y que si él las piensa mucho mejor pero sin pretender que yo diga más de lo que dije o lamentarse por algo que nunca pensé. Es como si yo, salvando las distancias y diferencias, le reclamara a un autor que no desarrolló demasiado un personaje que me hizo pensar algo interesante cuando el protagonista de la historia era otro, o algo por el estilo.
Finalmente, no voy a entrar a justificar lo que leo y dejo de leer pero en todo caso sí decir que no tengo en verdad un conocimiento acabado de la escena crítica salteña, quisiera saber si alguien la tiene y sería un buen trabajo de investigación la recopilación y análisis de textos críticos producidos en Salta en ese período de tiempo (o parecido) que juan plantea y ver de qué se trata. Si acaso ustedes lo tienen me encantaría poder leerlo.
Y sí, conozco Paris y un montón de otros lugares y hace poco me enteré que hay un rotary club en salta voy a ver si me aceptan como miembro.

Z. e.-D. C. dijo...

Ya estás grande para un baile de debutantes Caron.
Vos decís: "Es como si yo, salvando las distancias y diferencias, le reclamara a un autor que no desarrolló demasiado un personaje que me hizo pensar algo interesante cuando el protagonista de la historia era otro, o algo por el estilo." Las críticas negativas siempre se hacen así: señalás lo que vos hubieras hecho en lugar del otro. En las críticas positivas te limitás a aplaudir lo que el otro hizo, porque es lo que vos hubieras hecho en su lugar.
Y la cosa es así como vos la admitís: tu texto no es más que un resumen sobre lo que los otros hacen. Juntás tópicos y das a entender que todo eso no te sirve, pero no hacés más nada al respecto. Es como que digas: "yo voy a ir de Salta a Jujuy, pero no voy a tomar esta ruta, ni esta otra, ni esta otra". ¿Entonces? ¿Cómo vas a llegar? No lo decís. Lo bueno sería que lo hagás, que caves un túnel o te teletransportes o lo que sea, así todos decimos "mirala vos a Mili, sabe moverse" o bien "mirala vos a Mili, la tarada no descubrió que existe La Veloz del Norte".
(Aunque más bien lo que vos estás diciendo es: "me voy a ir de Salta", pero no decís ni a donde te vas ni cómo vas a llegar).
Por eso cuando hagas una crítica de algo avisá así vemos y se vuelve todo más interesante.

Creo que ya sacamos una conclusión de esta "polémica" entre Caron y Pas. La conclusión sería que los dos quieren hacer algo diferente a lo que se hace normalmente en Salta, pero Caron lo enuncia y no da indicios de que será (sólo dice cómo no será), y Pas lo enuncia y amenaza con un parricidio contra Sylvester (y le reprocha a Caron que no se anima al parricidio que él quiere ejecutar).

A mi entender, esterilidad pura. Cuando hagan algo más que enunciar sus ganas o sus ansiedades ahí se va a poner bueno (sobre todo si logran realmente hacer algo diferente de lo que se viene haciendo).

Chau, me voy a ver si hay alguna procesión de una virgen o de un santo para sumarme.

Au revoir!

Anónimo dijo...

se me hace a mí o hay pechos de donde todavía no se fue el invierno?

C dijo...

me gusto el resumen final

" La conclusión sería que los dos quieren hacer algo diferente a lo que se hace normalmente en Salta, pero Caron lo enuncia y no da indicios de que será (sólo dice cómo no será), y Pas lo enuncia y amenaza con un parricidio contra Sylvester (y le reprocha a Caron que no se anima al parricidio que él quiere ejecutar)"

pq de los dos textos no habia entendido ni papa...
Ah! este no es el blog de polemica sobre Showmatch?? mil perdones...

Anónimo dijo...

Todo esto suena a: "¿Y a quién le pidió permiso Milagro para comenzar a escribir crítica/sobre crítica?". Jeje, muchachos, si quieren ir en contra de lo hegemónico, de la literatura anquilosada de la provincia, tienen que ir también, sobre todo, contra su imaginario y sus fantasmas. Esto de tener que pedirle permiso a alguien para escribir es MUY salteño. No estarán asustando a piñas a un poeta debutante, a lo Ovalle, pero más o menos.