miércoles, 17 de julio de 2013

SOBRE LA IDENTIDAD COMO PROBLEMA



Carta abierta al escritor Juan Manuel Díaz Pas

Estimado Juan:

A raíz de tu planteo de la "suspensión" del paisaje al hablar de la literatura salteña, en el debate del café literario Palabras de Fondo, y a raíz de que me envías tu crítica a la Identidad como problema, de Santiago Sylvester (http://elindiegente.blogspot.com.ar), te remito, ante todo, a un artículo que escribí en 2009: Ficciones en la política cultural salteña (puedes encontrarlo en Internet si introduces su nombre en el buscador), donde en principio, mi análisis de paisaje no difiere con el tuyo en cuanto a movimiento de tradición, allí anotaba entre otras cosas: “La composición étnica y la organización social de la provincia de Salta han suscitado una división geopolítica que delimita el escenario de las diferentes culturas. Así, el hombre de la Puna, el de los Valles Calchaquíes y el de las zonas fronterizas han sido caracterizados por el imaginario social en relación directa con el lugar, su entorno geográfico. Pero el lugar ya no es paisaje inconmensurable donde el norteño fija su identidad, sino espacio de movimiento global”. Sin embargo, en literatura: paisaje, espacio y movimiento, son nociones diferentes y no excluyentes entre sí.
A mi entender, tu crítica se sostiene en el equívoco teórico de mirar la literatura desde la sociología. Mirada pertinente para los estudios culturales, pero no para la literatura. De cierto modo, tomar estas herramientas para acercarse a la literatura es lo mismo que mirar el paisaje desde afuera (algo que criticas en M. J. Castilla): es decir, tales estudios miran la literatura desde afuera. Esto determina tu rechazo de los conceptos de calidad y estética, a los cuales hace referencia Sylvester en cuestiones específicas. Y, sin embargo, veo en tu crítica lo mismo que denuncias: un discurso conservador, que es parte de las varias contradicciones de tu discurso, aunque no creo que lo contradictorio sea necesariamente incoherente. Por qué digo que es conservador; porque ese acceso a la calidad no alude necesariamente al hecho de proveniencia clasista (un término que no aparece en tu discurso, pienso, porque los referentes teóricos a los que refieres tienen pudor por el marxismo), y por consiguiente no tiene que ver con la masificación.
La cuestión es el modo en que esa masificación se da. Tengo referencia empírica de esto. En Cuba se masificó la educación y la cultura; pero se pidió a cada docente, a cada médico y a cada escritor, calidad, compromiso estético, que viene ligado a la ética. No importa de qué paraje, clase, sexo o etnia, cualquier médico debe tener precisión al tomar el bisturí, por qué no exigirle lo mismo a un escritor a la hora de tomar la pluma o el teclado. Ninguno de aquellos escritores que pusieron el dedo en la llaga en la cultura burguesa: ni Flaubert, Baudelaire, Rimbaud, Bukowsky, ignoraron el juego estético. Si te suenan muy canónicos te puedo dar nombres como Jesús Ramón Vera y Carlos Hugo Aparicio. Pero insistes en que tu generación no toma como referencia a la literatura salteña, en pocos casos será cierto, y peor si es así, pero es sobre todo un gesto.
Da tristeza, por la pobreza literaria de la mirada, que ignoren a Manuel J. Castilla, a Leopoldo Castilla, a Santiago Sylvester, a Walter Adet, a Jacobo Regen, como poetas. Podría mencionar a algunos más, pero con el solo nombre de cualquiera de estos es suficiente. Y da tristeza, que cuando se refieran a ellos y a otros, se los tomen no por su obra, sino para castigarlos por ser, en definitiva, salteños. Un discurso que construye un “ustedes y un nosotros” (maniobra que ya aplicó la Carpa), nos lleva a la trampa de pensarnos desde opuestos simplistas. En tanto, los que ejercen las prácticas hegemónicas quedan al margen de estas disputas, mientras que el concepto de elitismo, sirve para que se combata con pan y circo: es decir, más folklorismo for sport.
Me parece, y apelo a la poesía de pensamiento (aunque dices que es dudoso este término que usa Sylvester), me parece, repito, que no debemos olvidar a John Donne, cuando dice que “nadie es una isla en sí mismo, y que “la muerte de cualquier hombre me disminuye”, así, la ignorancia de la escritura disminuye a un escritor, a una cultura.
Sería más sustancioso, por no decir efectivo, para romper la mentalidad tradicionalista y los borramientos hegemónicos, pensar la escritura como una geografía siempre en erosión, cada tiempo deja irremediablemente sus marcas y se abre a otras formas que no pueden ignorar las anteriores: la obra de cualquier buen artista, incluso Borges, incluso Céline, es más revolucionaria que un mediocre militante de izquierda. Incluso la obra de Pino Solanas es más revolucionaria que él mismo. Ellos pertenecieron a un paisaje, a una época, pero inscribieron sus dudas con razones poéticas, por eso nos suelen decepcionar las razones políticas de cada uno de estos tres artistas.
Sobre la cuestión de las culturas étnicas, creo que es una deuda que todos tenemos, al menos en la región, restando excepciones como Silvia Barrios; me aburren los discursos antropológicos desde la Universidad (que apelan, como en tu artículo, a teóricos occidentales para criticar la hegemonía occidental); me aburren las críticas de la pobreza estructural desde la política, la indefensión de estrategias desde Cultura y Educación para poner en marcha un sistema de inclusión y desarrollo a partir de educación y cultura, y no solo desde el turismo y las elecciones. Pero cuandobesto se logre (espero que asíbsea) no evitará que una cultura modifique a la otra. El esencialismo nos divide tanto como la civilización y barbarie. Tampoco creo que con discursos que vayan en contra de la construcción pública pueda lograrse. Creo, que como en el Mayo francés había necesidad de tomar las calles, ahora hay necesidad de tomar los espacios públicos, las instituciones públicas y poner en prácticas estos reclamos de inclusión, pero no cayendo en pensamientos binarios. Si tanto temor al Estado sienten los teóricos del posmodernismo, las nuevas generaciones hiperconectadas, entonces que los ciudadanos se hagan cargo del Estado, que participen y modifiquen, pero no caigamos en la trampa de la destrucción, porque entonces somos serviles a los verdaderos enemigos de las culturas. Y aún así, si en las instituciones no cabemos todos, en la literatura sí. Y si un verso, sea de Borges o de Vera, de Sylvester o tuyo, se repite en otro lugar, donde el paisaje sea diferente, entonces se ha agregado algo a nuestro paisaje y al paisaje universal: ese es el espacio donde no podemos influir más que con la retención estética del movimiento: ese, creo, es el silencio al que se refiere Sylvester cuando habla de su región; y ese es el silencio que rige nuestro movimiento, más allá de cualquier época. Y si eres poeta, tal como creo, y tal como te posicionas, lucharás tarde o temprano por entender ese silencio. Si es que ya no lo estás haciendo.

 Con todo respeto,

                                      Idangel Betancourt


 Posdata: Esto para nada es una defensa a Santiago Sylvester, quien no necesita de tales servicios de nadie, mucho menos de mi parte. Si fuera así, te diría que casi nada de lo que refieres fue dicho por Sylvester. Sí es una apelación a pensar también desde otro lugar la literatura (desde la literatura, cosa que mucha falta nos hace), y a abandonar la escaramuza municipal, de la cual, Juan, creo que debemos corrernos para no repetir patrones tradicionales.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

No se si este comentario aparecerá, porque no se usar el blog. Respecto al alegato de Idangel: me parece una defensa opa a Sylvester, mas viniendo de quien viene, alguien que se dedicó a olfatear sillones de funcionarios.

Z. e.-D. C. dijo...

Estoy de acuerdo con el cubano. Muchos dicen: "uy, soy un transgresor que rechaza la cultura falogocéntrica, por ende tengo que rechazar también las clases de escritura de la escuela primaria, porque esa institución es una máquina hegemónica al servicio de la oligarquía que gobierna". Entonces se largan a escribir y no se les entiende un joraca.
Además agregan: "en la escuela me enseñaron que está mal drogarse, robar, masturbarse en público y abortar, por ello voy a escribir sobre eso". Y así se ponen a pensar historias sobre bolivianos explotados que hacen abortar a las hermanas que violaron o cosas parecidas.
Después, consiguen publicar esos textos, y en las escuelas se los ignora categóricamente. Entonces se complacen en señalarse: "a mi la escuela no me quiere, y yo no quiero a la escuela, le gané al sistema".
Los zurdos de antaño eran más toscos que los de ahora pero menos opas, porque sabían que no podían ellos solos edificar toda una cultura alternativa; entonces procuraban contenerse un poco más, no había que tolerarlos queriendo cagar por encima del culo, eran más realistas.

Anónimo dijo...

otario, ni la tolerancia te cabe a vos, me cago en vos y en todos los fachos como vos desde arriba de la catedral si queres