viernes, 26 de noviembre de 2010

CONJETURA (*)



"la inspiración necesita enfermedad, heridas y locura", Chuck Palaniuk.



Desde luego una infame patraña es la mía, una entre tantas, ¿acaso no ha leído el epígrafe de perlongher? No me escudo en ningún sacrificio por publicar, publico nomás y lo pongo a circular sin esperar que alguien en particular lo vaya a leer. La cuestión de la disputa madre ya es otra cosa: no soy el único que lo dice y poca importancia tiene ahora que sea yo uno de entre tantos. Todos somos una circunstancia, un evento, pasajeros en el magma de los discursos. La polémica es que no puedo estacionar mi bici en la casa de la cultura y que ahora, encima, tampoco me dejan usar el baño y eso que me vi todos los cuadro y ademàs me gustaron. Desde luego Morandini no tiene la culpa ni tampoco el señor de la seguridad, quien de esa manera se gana la vida, diría que la responsabilidad (no sé si la culpa) recae en mariano ovejero, secretario de turismo de la provincia. El mío es el esfuerzo de un cualquiera por señalar otras maneras de hacerse cargo de la literatura, pero mi manera no es la única ni la más legítima, que cada quien haga con ella lo que quiera, pero no me vengan a decir que SOLO en la casa de la cultura viven el arte y las letras. En la superficie estoy contento con usted (únicamente tuteo a mis amigos entrañables), creo que todos existimos para ser respondidos, es un principio de insuficiencia elemental sin el cual nunca saldríamos de nuestra casa, pero no me interesa su respuesta por lo que dice como por el gesto mismo de presentarse para ayudarme a pensar. Digamos claramente que no es posible hablar sino “contra”, “después” de que alguien ha proferido su palabra: uno (no yo ni usted, uno) retoma el discurso allí donde el otro había señalado su interrupción para hacerse con la palabra y decir lo suyo, con su propia voz, motivo por el cual nunca puede haber acuerdo salvo como simulacro, salvo como malentendido. Luego respecto a lo que soy, pues al parecer usted maneja información que desconozco, no es aparecer mencionado lo que me interesa, es llegar al otro, quien quiera que sea: la cuestión es que mis textos circulan muchas veces en ámbitos como la universidad, los blogs donde se reúne la gente ingenua, los mails vomitivos dirigidos contra los despiertos del gueto literario salteño: si usted se hace cargo de retomar el turno después de que yo he hablado eso ya no me puede concernir más que como escucha, usted es, por su parte, una posible encarnación del otro, claro que tuvo la ocurrencia de hacerlo público, a diferencia de muchos otros a quienes no les interesa opinar y decir cómo debo hablar y ser. Después “literatura salteña”: es decir ¿qué?, ¿a estas altura todavía andamos con eso?, creo que hay literatura, descreo de sus límites geográficos, generacionales, temporales. Los limitados somos nosotros, no nuestras palabras y la verdad es que ellas pueden decir lo que se les ocurra, hasta desmentirme a mí, que, repito, no soy más que un evento en el discurso, como usted, como cualquiera, ¿o qué, un poeta es diferente de un albañil, de un cura, de un destapador de cloacas, de un verdulero, de una peluquera, de un chino, de un rey de la edad media, de un lustrabotas, de un lamebotas, de un asesino, de una prostituta, de un agente de la cia, de un monotributista, de un anarquista, de otro poeta, de un aparato de radio, de un mocasín, de un chorro de tinta derramado sin querer encima de una camisa de seda, de una empanada (uy, perdón, retiro lo de la empanada), de un cacho de estiércol? A lo mejor sigo en la ingenuidad y en vez de poetas veo personas que hablan y sostienen discursos que jamás desacuerdan con la ideología del poder, que consideran que la palabra les pertenece de manera exclusiva. Pues no, apenas si el decir de un poeta alcanza para rellenar el pedazo de atmósfera que él ocupa, que él mismo es. Continuo: ¿robar?, pero pensé que había quedado claro que la palabra le pertenecía a cualquiera, que cuando uno (ni yo ni usted) la arroja deja de pertenecerle, ¿no hemos llamado a eso donación?, ¿no hemos pensado que el poder del lector descansa en que él, justo él a quien le había sido dada la palabra, puede hacer con ella lo que le plazca? Llamé a esto interpretación aberrante sin otro motivo más que la sugerencia de paul de man, quien la condena, y de umberto eco, que también lo hace. En fin, tampoco sé muy bien a qué se refiere con las ideas que robo y no oculto, si a los poemas citados, si a las citas de ensayistas o a qué. Ahora lo de la pluma me hace pensar en pavos, gansos, gallinas, cuervos, en condorito y en coné. Le agradezco la siguiente idea: a partir de ahora me referiré a los escritores salteños (¿usted es uno de ellos?) como los plumíferos. Bueno, pero es que usted me dio la idea. Sería un dato interesante que podríamos relevar a fin de descubrir cómo escribe cada uno: ¿usted todavía usa pluma?, yo solo si me disfrazara de indio de película. Lo del vómito, en cambio, me tiene sin cuidado, ¿por qué no habría de tener la jeta llena de ácido como la de un alien?, puedo ser suave y amoroso, pero no con todos, vamos, a usted le pasa lo mismo, ¿qué no? Ignoro cuánto pagan los romero, habría que preguntarle a Fernanda abad o a lucho andolfi, aunque no creo que me llamen. A menos que sea para aparecer en la sección policiales no se me ocurre qué podría hacer en el tribuno, bueno, ir a hincha pelotas. El tema Alicia poderti: todo lo que sé de ella es que en salta su nombre circula en el ámbito del chisme. Sigamos, ¿qué quiere decir usted con esto? (permítame citarlo/a): “Miente, miente, que algo queda a tu favor; destrozá todo lo débil a tu alrededor así sentís el vértigo que da el crear un mundo para ignorantes más desesperados que vos”: qué es lo débil a mi alrededor, y ahora te voy a tutear porque al final me caíste bien: no ves que no soy yo, de nuevo no soy yo el que importa, yo soy cualquiera, todo el tiempo, a nadie más que a la gente del gueto le interesa mi conversación, pero si voy al mercado, si voy al bajo, si voy a la facultad de ciencias de la salud, si voy a la ruta 51, si voy a andar en bici, deja de interesar lo que yo haga, lo que vos hagás, y comienza a ganar forma la idea de que acaso no somos tan distintos, que lo importante no era cuántos poemas me salen por semana, en dónde publico, con quién me junto, de quién hablo, sino que lo importante era, YA ERA desde antes de comenzar a escribir, la posibilidad de pensar en la formación de vínculos solidarios con los otros. Lo que importa, a pesar de mis palabras, de mis exageraciones, de mis contradicciones, era si podía encontrar en el otro a un compañero, y no, no lo encuentro en el gueto de los plumíferos, donde reina la mezquindad y el egocentrismo, la soberbia y la certificación de linajes obsoletos, la promoción de filiaciones absurdas, que nada dicen de la poesía porque ella, si se escribe, no se reduce a un auditorio de aplaudidores, de sobadores de espaldas, porque el mundo en donde la palabra anda de pie queda de la vereda para afuera, en donde no se discute el gusto literario sino el sentido de la vida, ¿cómo hemos de sostener con nuestra vida aquello vivido y comprendido en el arte para que lo vivido y comprendido en el arte no permanezca sin acción en la vida? Perdón, he citado a Bajtín, lo podés buscar en estética de la creación verbal bajo el título de arte y responsabilidad. Estoy seguro, para continuar, que muchos poetas en la tierra de poetas suponen que hablar de solidaridad significa hablar de caridad. Por el contrario, pienso que no tengo motivos para subestimar al otro imprimiéndole marcas fascistas como ignorante y desesperado. Retomo el usted porque ya me empezó a caer mal: ¿usted dónde vive?, ¿en un nimbo de flatulencias? (jeje, bueno,che). El otro no necesita de mí ni de mi palabra, de mi puesía, el otro acaso necesita mis oídos, pero esa es mi conjetura y, puesto que no soy más que un poetudo, es lo único que sé hacer: conjeturar.

el juan

elindiegente.blogspot.com
(*) N. de R. Respuesta de Juan Manuel a uno de los comentarios/insultos dejados en su nota anterior. Opadromo ve como algo altamente positivo que, entre todos los insultos dejados, al final alguien ha puesto su nombre y apellido (Sebastian Echenique), en vez de escudarse en el anonimato. Quizá en poco tiempo se progrese y alguien se anime a abrir un debate, como lo ha hecho Alejandro Morandini.

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