viernes, 3 de abril de 2009

Apuntes sobre la infancia

I

No soy un hijo de la democracia. Soy un hijo del mundial. Nací en septiembre del 78’ y en eso debe haber alguna connotación, no lo sé, tal vez estoy en la vida para distraer sobre hechos de verdadera importancia. En las inferiores mi entrenador me pasó de la gloria del delantero al oficio del volante. Eso debería hablar en terapia para explicar por qué faltándome cuatro materias para recibirme abandoné la universidad. El fútbol como la vida misma.

II

El primer recuerdo que tengo de partir es el que me contó mi hermano: estábamos en el patio, sentados, todo un día para ver despegar los aviones que iban hacía el sur.

III

Hay algo que no sé si es el recuerdo mismo como acción o el recuerdo recurrente: estoy encerrado en una habitación sin saber como abrir la puerta; mis padres, del otro lado, gritándome las instrucciones para correr el pestillo.

IV

Un tarde mi hermano cayó con tanta mala leche que golpeo con una botella y le cortó la rodilla (tal vez esto sea un error de sintaxis, pero así le dijo la vieja a Lopecito) y tuvieron que hacerle cuatro puntos. La sangre es algo que corre y también se va.

V

El viejo después sacó de la pieza del fondo una bicicleta y me llamó, estuvimos todo el sábado trabajando en arreglarla, yo pasaba las herramientas (la llave francesa, el destornillador plano, la llave de dos pulgadas y media, la grasa). Ese domingo aprendí a andar en bici. Fue fácil. Nada que ver con el refrán de golpearse y levantarse: en la primera oportunidad no hay que bajarse ni dejarse caer. Algo que el General debió aprender después del 55’.

VI

En esa misma bicicleta me fumé mi primer pucho. Iba por santa fe y alguien tiró una colilla, frené, la levanté y le di unas pitadas. No hubo ritual de iniciación. Seguí pedaleando.

VII

Jugábamos en el pasaje, el tucumano me decía que yo entraba para molestar a quién tenga la pelota. Era un hijo de puta. Hice pelear al tucumano, al Veno , a Chiflifa y a mi hermano por eso de andar molestando. Tal vez sí vine a distraer sobre cosas más importantes.

VIII

Una vez crucé el pasaje con la bici sin poder frenar al mismo tiempo que venía un cocacolero. Otra vez fue en santa fe, lo mismo, no pude frenar y pase por la jeta de un 1114 de la línea 12. Frené al llegar al bar La floresta, bajé el tubo anaranjado y llamé: a la vieja le corría un liquido por las piernas y se ahogaba.

IX

Como todo niño que crece sobre una avenida hacía una vida de adulto: iba al bar a ver de afuera los partidos, los videos que el tocayo Abel pasaba los viernes a las nueve, me paraba en el kiosco de revistas y pedía prestado el diario, leía los deportes, también a comienzo de mes iba con el dinero que mi viejo me daba de la asignación familiar por hijo a comprar la Nipur y Dartagan y dejaba propina, y a las 11 me paraba en el carrito y me comía un vermú: tres empanadas fritas con un vaso de mirinda manzana.

X

Una vez que llegué muy tarde a casa le dije a mi vieja que me había quedado comiendo galletitas con el Veno en el pasaje. Sé que no fue así.

XI

Mi hermano juró vengarse de la perrera tras el envenenamiento de Cumbia. Traía todo los perros de la calle a casa, yo debía ayudarle a levantar la mierda del patio. Por ese tiempo habíamos conseguido un trabajo: éramos pintores de la herrería de Velázquez. Un trabajo fácil. Y si tardábamos un poco más hacíamos que nos inviten a merendar. Yerbeao con un sanguche de mortadela, dos fetas.

XII

El tiempo pasó y no hubo un hecho que se pudiera decir fuera bisagra para dejar todo eso atrás.

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